Mujer. Alemana. Judía. Y artista. Además de olvidada. Y asesinada. Tenía 26 años y un bebé de cuatro meses en su vientre cuando entró en Auschwitz el 10 de octubre de 1943. Nunca salió. De hecho no estuvo ni 24 horas en el campo de exterminio. La cámara de gas se puso en marcha el día siguiente de su llegada. Por entonces, hacía poco que había conseguido ser feliz pese al miedo de ser deportada desde Francia, donde se exilió. Se había casado en junio con un refugiado, igual que ella, y había conseguido acallar todos los fantasmas que la acompañaron a lo largo de su vida: los familiares (suicidios y abusos) y los vitales (ser judía en la Alemania nazi).

Lo hizo refugiándose en el arte como vía de catarsis y creando 'Vida? O teatre?': una obra de arte total construida en forma de ‘singspiel’ (opereta), en la que confluyen pintura, teatro, literatura y música. Y que realizó en Saint-Jean-Cap-Ferrat, durante su exilio francés, entre 1940 y 1942. Fue Charlotte Salomon (Berlín, 1917-Auschwitz, 1943). Mujer y artista, pero cada vez menos olvidada. En 1947 su padre viajó a Francia en su busca y todo lo que encontró es su legado artístico: los 782 ‘gouaches’, acompañados de escritos y música que la salvaron de un suicidio casi seguro. En 1961, el Stedelijk de Ámsterdam los expuso por primera vez, y desde 1972 que el Museo Histórico Judío se encarga de darlos a conocer. 'Vida? O teatre?' se ha expuesto en París, Londres, Boston y Milán. Y desde este miércoles y hasta el 17 de febrero luce en el monasterio de Pedralbes.

HISTORIA DEL HOLOCAUSTO E HISTORIA FAMILIAR

"Una obra compleja de primera magnitud que aúna una época difícil, un contexto difícil y, sobre todo, una vida difícil", explica su comisario, el historiador Ricard Bru. "¿Es una historia del Holocausto? Sí. ¿Es una historia familiar? Sí. ¿Es una historia artística? Sí". "Es evidente que sin el Holocausto no habría obra pero también es cierto que el Holocausto por sí mismo no explica la obra". Y todo realizado por una mujer con grandes capacidades artísticas a los 23 y 24 años. "Vida? O teatre?' la salvó del suicidio al que se veía condenada pero no la libró de la muerte a lo que la sentenciaron los nazis", explica Bru.

Para entender todo esto, nada mejor que ver esta novela dibujada y repasar su vida. Por una parte, la histórica: una niña judía de familia acomodada que vio como su padre, ilustre cirujano, y su madrastra, reconocida cantante de ópera, perdieron su derecho al trabajo por ser judíos. Una niña que fue una de las últimas judías admitidas en la Academia de Arte de Berlín de la que acabó expulsada y donde se le negaron los premios conseguidos por la misma razón. Una niña que rezó para que su padre fuera sacado (lo consiguieron los contactos de su madrastra) del campo de concentración de Sachsenhausen después de la Noche de los Cristales Rotos. Y una niña que tuvo que exiliarse en Francia con sus abuelos mientras sus padres huían a Holanda. Todo esto aparece en su obra, y siempre con la esvástica invertida como señal de rechazo.

"DIOS MÍO NO DEJES QUE ME VUELVA LOCA"

La parte familiar de la historia no es mucho mejor. Estando en el exilio con sus abuelos, Salomon conoció la verdad de su familia: su madre no murió de gripe, como ella siempre creyó, sino saltando por una ventana. Algo, el suicidio, que también abrazaron su tía, su bisabuela... y finalmente, ya en el exilio, su abuela. No solo eso, por los dibujos, siempre presentado como un monstruo, y los escritos, se deduce que posiblemente sufrió abusos por parte de su abuelo. De hecho, en una carta enviada a un amigo (el profesor de canto de su madrastra con el que, según la obra, vivió un romance) confesó: "Lo estoy matando con una tortilla envenenada". Cierto o no, el abuelo murió ese mismo día.

La duda tiene algo que ver con que la obra, que si bien está basada en su vida, también tiene componentes de ficción. Y algunos ambiguos, como la relación con el profesor de canto, algo que su madrastra, que vivió muchos años, siempre negó. No tiene vínculo alguno con el título, que o bien tiene un significado real (la obra está estructurada como una pieza de teatro) o un valor simbólico: la mentira familiar que vivió toda su vida y de la que solo pudo liberarse tras sumergirse en el arte.

Una mentira que le llevó a creerse condenada al suicidio y a la locura: "Dios mío, por favor, no dejes que me vuelva loca", escribió en uno de los dibujos que repasan la muerte de su abuela. No lo hizo, el doctor George Moridis la convenció de que pintara para salvarse y liberar sus traumas. Lo hizo, y a él le entregó su obra. "Es toda mi vida", le dijo justo antes de ser deportada. Y perderla.