Si la vida es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia y que no significa nada, como nos advirtió Shakespeare en Macbeth, la música de los congoleños Kokoko es un paisaje sonoro urbano, lleno de ritmo y furia y que nos dice mucho sobre una urbe como Kinshasa, por ejemplo. Aunque también nos habla de cómo convertir la basura en sonido y de cómo facturar propuestas del siglo XXI con los residuos de la era industrial. Los miembros de Kokoko visten con monos amarillos (como Devo, el revoltoso grupo de tecno-pop nacido en Ohio en los años 70) y confeccionan sus instrumentos con chatarra, latas, botellas de plástico y otros desechos; todo un paradigma de reciclaje que complementan con generadores de música sintética (y en ocasiones con una vulgar tostadora).

Con esos elementos (y las voces) Kokoko elabora una oferta de difícil taxonomía. Sí, en ella se escuchan los ecos de los cantos ancestrales africanos e incluso los patrones de la rumba congoleña (soukous), pero diluidos eficazmente en una combinatoria musical en la que juegan al unísono tradición y modernidad; o, si lo prefieren, el latido de la aldea y el pulso de las grandes ciudades. Kokoko, de alguna manera, cumple el sueño de los futuristas al mostrarnos la atmósfera sonora (el ruido, el ritmo y la furia) de la metrópoli.

Ingeniosos chatarreros del tiempo presente, estos congoleños encandilaron el martes al público en Pirineos Sur. Aún no han editado su primer álbum, pero sí han ido publicando canciones que, como Tokoliana, Malembe y Tongos’a, configuraron su repertorio.

También Gato Preto, el dúo formado por la cantante Gata Misteriosa (de Mozambique / Portugal) y el DJ y productor Lee Bass (Ghana / Alemania), que actuó antes de Kokoko hizo bailar al público, aunque su apuesta es en directo menos poderosa que la de los congoleños. Sus discos suenan vibrantes, pero sobre el escenario su mixtura de funk, koduro y otros meneos electro-bailables no tiene la viveza de las grabaciones. Reconozcamos a Gato Preto, no obstante, su habilidad para conectar con los espectadores. Un percusionista (algo lineal) y una bailarina acompañaron a Gata Misteriosa y a Lee Bass en su concierto, en el que ofrecieron casi completo el contenido de Tempo, su disco más reciente, y algunas piezas más antiguas.