Si los ingredientes de Divergente le resultan familiares, es porque lo son: un sombrío futuro distópico, una sociedad estructurada a partir del autoritarismo y la segregación, y una adolescente dotada de talentos especiales destinada a salvar a la humanidad. Hemos visto películas como esta antes: las protagonizaba Jennifer Lawrence. En efecto, pretender que Divergente --desde hoy en nuestros cines-- no está inspirada en la saga Los juegos del hambre es como decir que La que se avecina no está inspirada en Aquí no hay quien viva.

Basada en la exitosa serie de novelas para mujeres adolescentes escrita por Veronica Roth, Divergente ha obtenido considerables ingresos en taquilla desde su estreno en Estados Unidos (21 de marzo) a pesar de recibir críticas claramente negativas, y eso no hace sino confirmar lo que el éxito planetario de su citado modelo, a su vez basado en la saga literaria de Suzanne Collins, ya dejó claro: la nueva novela juvenil romántica, ese género tan de moda en las librerías que los anglosajones por algún motivo han rebautizado como Young Adult (YA), se ha convertido para Hollywood en el nuevo filón a explotar, y en la alternativa para un público femenino al cine de superhéroes que lleva años acaparando los multicines.

PÚBLICO MASCULINO Buena parte de esos libros --cada vez más desde el éxito de Los juegos del hambre-- están protagonizados por muchachas fuertes, que reparten hostias como panes e incitan a la acción en lugar de dejar que ellos hagan todo el trabajo, y para las que el amor --ingrediente esencial de la literatura juvenil femenina-- está supeditado a la necesidad de sobrevivir. Todo eso hace que el público masculino pueda comulgar con ellas sin comprometer su orgullo viril. Divergente ha encandilado a ese segmento de población --un 41% de los espectadores acumulados por la película en Estados Unidos son hombres-- sin necesidad de sexualizar a su protagonista, Shailene Woodley, del modo que por ejemplo sí lo hicieron Tomb Raider con Angelina Jolie y Underworld con Kate Beckinsale.

Obviamente, no todas estas adaptaciones ofrecen modelos de conducta positivos. La protagonista de Crepúsculo, la saga literaria que primero demostró a Hollywood el potencial comercial de las lectoras púberes, pasa el tiempo revoloteando alrededor de su novio vampiro y comprobando que el deseo sexual femenino, literalmente, mata. Y no todas las películas basadas en libros YA para chicas triunfan en taquilla, como han demostrado los recientes fracasos de Hermosas criaturas, La huésped y Cazadores de sombras: Ciudad de hueso, protagonizada por Lily Collins en la piel de una joven que persigue demonios, cuyos pobres ingresos han dejado en suspenso la posibilidad de una continuación.

En todo caso, las chicas guerreras han llegado a Hollywood para quedarse. En Pixar lo comprendieron hace dos años al estrenar Brave, protagonizada por una joven que prefería dedicarse al arco y las flechas que a buscar novio; Disney ha ganado montones de dinero con Frozen, el reino del hielo, sobre el heroico viaje de una princesa para rescatar a su hermana; y los estudios Marvel están dando cada vez protagonismo en sus películas a la Viuda Negra (Scarlett Johansson), el único personaje femenino en su universo de superhéroes.

Y, cómo no, Hollywood sigue fijándose en las sagas literarias sucedáneas de Los juegos del hambre. Varias de ellas se hallan en distintas fases de adaptación a la pantalla: Uglies retrata un mundo distópico en el que todo ser humano debe pasar por el quirófano para convertirse en alguien bello; Matched imagina un futuro en el que quienes gobiernan dicen al pueblo hasta con quién deben casarse; en Delirium, los científicos son capaces de erradicar el amor y los gobiernos exigen que todos los ciudadanos reciban esa cura. En todas ellas, la responsabilidad de liberar al mundo recaerá sobre una joven. ¿De verdad que Suzanne Collins no ha pensado en pasarse un día por los tribunales?