Valenciana y cordobesa expertas en animación, Alba Capilla y María Pulido son las directoras de Ámome, mejor película en el reciente Rally Desafío Buñuel celebrado en Teruel. «Certámenes como éste son un reto enorme, pero también una maravillosa oportunidad para crear proyectos que, de otra forma, puede que nunca llegaran a realizarse», dicen.

—El amor era uno de los requisitos temáticos del rally. ¿Qué es ‘Ámome’?

—Ámome es una historia sobre la necesidad de aceptarse a uno mismo ante todo, un alegato en favor del amor propio —de ahí el título— como única vía para poder empezar a amar a otros plena y sinceramente. Mientras hacíamos el guión nos dimos cuenta que nos apetecía contar otra cosa, no necesariamente el chico conoce a chica. Era una propuesta arriesgada, pero desde la organización del Desafío Buñuel supieron entenderla y eso es algo que tenemos que agradecer.

—¿Por qué la decisión de la ‘stop motion’, de la animación, más difícil aún si cabe para un rodaje de tan solo 48 horas?

—Desde el principio sabíamos que queríamos abordar esta técnica, nos apetecía mucho la animación bajo cámara y la pixilación, ya que el resultado es muy bonito, divertido y surrealista. Además el guión lo exigía, pues había metáforas y efectos visuales que, aunque parezca contradictorio, en ese tiempo no podíamos trabajar en postproducción. Nos lo planteamos también como un reto personal y una forma de diferenciarnos del resto de los equipos del rally.

—¿Cómo fue la participación de la actriz Aída Folch en ‘Ámome’?

—Aída se entusiasmó desde el primer momento con el concepto que envuelve Ámome y con la técnica que usamos para el rodaje. Fue muy agradable trabajar con ella. Es muy profesional, cercana y versátil, por lo que en 48 horas su calidad humana brilló tanto fuera de cámara como en set.

—¿Cuánto hay de homenaje a Luis Buñuel en el proyecto?

—De Luis Buñuel hay mucho en el guión, pues fue una referencia clara no sólo en la superficie, como podría ser la estructura narrativa, sino también en el fondo. La historia es un monólogo interior, muy conectada con algunos de los temas de lo qe era su cine, como la sexualidad. Además, la parte central del proyecto es puro surrealismo. Hay pequeños homenajes en planos y elementos visuales, que no son una copia literal pero sí que tienen ese aire buñueliano.

—¿Y cuánto a Segundo de Chomón?

—Segundo de Chomón es para los animadores una referencia fundamental, al fin y al cabo es un pionero en el stop-motion. Su cine y el de Buñuel tienen mucho en común, tanto en la ruptura —por parte de Buñuel, deliberada— con el modo de representación institucional del cine, como en la puesta en escena y el uso de algunos trucajes.

—‘Ámome’ fue mejor película en esta primera edición, pero también José Moo se llevó el premio al mejor montaje.

—La verdad es que fue una sorpresa increíble. Sobre todo por José Moo, que no sólo estuvo con nosotras durante el rodaje, sino desde la fase de guión haciendo las veces de jefe de producción, montando la animática y colaborando en todo. Su trabajo de postproducción era de los más sacrificados, porque implicaba que apenas dormiría. Ser dos directoras nos permitía mucha versatilidad, y supervisar a la vez el rodaje y el montaje sin que afectase a ninguna de las dos cosas.