Tras sufrir dos debates televisivos, seguimos sin saber qué piensan nuestros próceres de la agroalimentación y la gastronomía. Se han quejado muchos, con razón, de que la cultura apenas apareció, pero de lo nuestro, ni siquiera una mención. Y eso que comemos todos los días.

Ingenuamente podría uno pensar que no se menciona la agricultura, la ganadería, los comedores colectivos, el turismo, los modelos productivos, la protección a los alimentos singulares, las intolerancias crecientes, la gran distribución, la venta directa, la formación hostelera… porque todos piensan lo mismo. Que para obtener los votos tratan solo de lo que les diferencia.

No nos engañemos, aquí sorprendería que algún líder, como sí ha hecho Macron en Francia, apostara por la Soberanía alimentaria. Habrá, pues, que esperar a los siguientes debates, los más cercanos. Afortunadamente, la Unión Europea legisla en este sentido y trata de proteger nuestra alimentación, sobre todo de otros modelos más industriales procedentes del otro lado del Atlántico.

Nuestros futuros Congreso y Gobierno también podrían tener que enfrentarse, por ejemplo, a una peste porcina; a intoxicaciones alimentarias; largas sequías; competencias ilícitas en importación de materias primas agrícolas; obesidad infantil creciente… Y sus respuestas dependerán del modelo que hayan elegido o traten de implantar. A modo de ejemplo, no es lo mismo apostar por una ganadería intensiva y/o industrial que por la extensiva.

Así que votaremos, o no, a ciegas en lo que a lo nuestro se refiere.