El músico francés Michel Legrand falleció la noche del viernes en París, a los 86 años, después de una vida dedicada, sobre todo, a la composición de bandas sonoras. Maestro de la melodía melancólica pero optimista, obtuvo tres premios Oscar: uno por The windmills of your mind (composición principal de El caso de Thomas Crown, la versión de 1968), otro por la música de Verano del 42 (1971) y otro a la mejor banda sonora adaptada por Yentl (1983). «Un Oscar no te hace mejor o peor compositor. Tus fortalezas y debilidades no cambian», subrayaba el músico.

Legrand aprendió sus bases, como muchos grandes (de Philip Glass a Quincy Jones), con la mítica Nadia Boulanger en el Conservatorio de París. Durante los 50, brilló como orquestador, poniendo su talento al servicio de Maurice Chevalier, Jacques Brel, Édith Piaf y Dizzy Gillespie, quien lo arrastró hacia el mundo del jazz. El gran éxito del disco I love Paris (1954) le permitió cumplir su sueño de grabar con todos, o casi todos, los grandes solistas jazz de Estados Unidos (Miles Davis, John Coltrane, Bill Evans, etcétera) en el mítico Legrand jazz (1958).

Dominado el arte de la orquestación, pasó a cultivar las bandas sonoras y se erigió en favorito de la Nouvelle Vague. Hizo buenas migas con Agnès Varda (Cleo de 5 a 7), Jean-Luc Godard (Una mujer es una mujer, Vivir su vida, Banda aparte) y, en particular, Jacques Demy, con quien elucubró sobre una mezcla del imaginario del musical hollywoodiense y la vida provinciana francesa en las maravillosas Los paraguas de Cherburgo y Las señoritas de Rochefort.

DE FRANCIA A EEUU

En 1966, Legrand se mudó a Estados Unidos dispuesto a convertirse en favorito también de Hollywood. Dos años después compuso la música de El caso de Thomas Crown, por la que conquistó al año siguiente el Oscar a la mejor canción. Otros dos años después, recogió el segundo por Verano del 42. Después vinieron sus trabajos para Primavera en otoño, Los tres mosqueteros: los diamantes de la reina, Nunca digas nunca jamás, Prêt-à-porter… Nunca dejó de lado Europa y trabajó también, por ejemplo, con Claude Lelouch y Andrzej Wajda. Cuando se puso al servicio de cine más olvidable, conseguía que esas películas parecieran buenas en cuanto sonaba la música.

El compositor estuvo nominado además 27 veces a los premios Grammy, de los que consiguió cinco. Virtuoso del jazz, su profesión parecía trazada desde la infancia, con un padre compositor y un tío director de orquesta. A los diez años entró en el Conservatorio de París, y desde entonces no abandonó la música.

El compositor llegó a decir que estaba orgulloso de que la mayoría de sus canciones se hubieran convertido en temas estándar y no en meros éxitos comerciales, porque estos últimos desaparecen al cabo de seis meses, en su opinión, y los primeros permanecen «durante décadas».

Tampoco la televisión quedó fuera de su margen de acción y entre sus gloriosas sintonías figura una muy querida para el público español: la de Érase una vez… el espacio. Érase una vez… un creador infinito.

APASIONADO DE LOS RETOS

Además de los scores y el jazz, el compositor practicó asimismo géneros como la chanson y la ópera. Le gustaban los retos, desafiarse a sí mismo. «Nunca he hecho música para labrarme una carrera», decía. «Siempre la he hecho por saber hasta dónde podía llegar».

Este afán de búsqueda lo mantuvo hasta casi el último momento. A finales del 2016, hablaba con ilusión de su acumulación de proyectos: su banda sonora para El otro lado del viento, el filme reconstruido de Orson Welles, y la grabación (con su habitual Nathalie Dessay) de un disco, Between yesterday and tomorrow (The extraordinary story of an ordinary woman), sobre todo el arco vital de una mujer.

«Cambió el significado de la música en las películas con su sentido del ritmo y su pasión absoluta por la vida», indicó su representante, City Lights Entertainment UK, en la página Facebook del artista.

Padre de tres hijos, Legrand se casó en terceras nupcias en 2014 con la actriz Macha Méril, en una ceremonia que tuvo lugar en Mónaco.