Es el responsable de que la revolución de El Bulli plasmada en libros se lea en seis idiomas o de que la considerada biblia culinaria, Modernist Cuisine, se disfrute en español. El estudio de traducción del zaragozano Enrique Cillero es el favorito de los grandes chefs del mundo y de las mejores editoriales.

"Mi cliente es el editor, pero casi siempre me recomienda el cocinero. Son geniales, gente creativa, aunque muchos no saben idiomas y no escriben muy bien. Nosotros, además de traducir, reescribimos muchas recetas y corregimos su estilo", explica. Enrique Cillero está al frente de Cillero & De Motta, un equipo de 16 personas que tiene su sede central en Zaragoza --aunque él pasa casi la mitad del año en ciudades de Europa, en Nueva York, Tokio y Shangai-- y que internacionaliza la mejor gastronomía en papel traduciéndola al inglés, español, francés, italiano, alemán, holandés, portugués, chino, japonés y coreano.

"La gastronomía española está en el mundo por gente como nosotros", asevera Cillero, que fue crítico literario de EL PERIÓDICO DE ARAGÓN y que dejó su trabajo como profesor para volcarse en la apasionante labor de llevar la filosofía culinaria y las recetas de los mejores chefs del mundo a los idiomas más hablados.

Todas las referencia

Ferran Adrià confió a su estudio la traducción de todos sus libros al inglés, francés, alemán, italiano y japonés, y se encarga de la serie internacional de la española Montagud, la editorial gastronómica más antigua de Europa, así como de traducir al inglés la revista bilingüe Apicius, definida por Adrià como "el notario de la cocina contemporánea".

Además de internacionalizar la gastronomía española, es el responsable de que se puedan leer en español los libros de mitos como el francés Alain Ducasse y el italiano Massimo Bottura, y obras de absoluta referencia como Modernist Cuisine, Modernist Cuisine at Home (Taschen) y Coco (Phaidon).

La práctica totalidad de los libros con los que trabajan en Cillero & De Motta tiene una parte de recetas, que requiere "una traducción técnica", y otra literaria en la que el chef expone su filosofía culinaria. Por ello no solo traducen, sino que también editan en colaboración con escritores, periodistas y otros expertos que se eligen "para que cuadren con la personalidad del cocinero".

Se apoyan en una biblioteca "de mil libros de cocina y muchos diccionarios gastronómicos" y en la Fundación del Español Urgente (Fundéu BBVA), una institución fundada por la Agencia Efe y la entidad bancaria que, con el asesoramiento de la Real Academia Española (RAE), impulsa el buen uso del español. "Es una maravilla, están alineados con el rigor, la rapidez y la calidad de las respuestas en un mundo que lingüísticamente cambia", destaca Cillero.

Y es que no es fácil traducir páginas en las que se habla de las últimas tecnologías en cocina y con términos de difícil adaptación a otros idiomas. Repudia el término "cruasán" aceptado en el diccionario de la RAE y apunta que la gastronomía española ha aportado términos como "chorizo, paella y cocido" y la italiana otros como "espagueti, ravioli y risotto".

Pequeña sastrería

Considera la traducción "un arte" y a su estudio "una pequeña sastrería" que con sus trajes a medida ha conseguido situarse en la elite mundial. A ello contribuyó el encargo de las obras sobre El Bulli, especialmente de la primera que tradujeron al japonés en 2002 y que recuerda como "la más agradecida".

Desde entonces contribuye a paliar uno de los principales problemas de la gastronomía española, "que pese a su potencial era y continúa siendo una industria muy mal internacionalizada". Ahora le achaca también "falta de personalidad, falta de amor a unos productos que son buenísimos y falta de innovación".

Aunque el auge global de la gastronomía ha beneficiado al sector editorial porque "muchos de los grandes cocineros actuales pasaron por El Bulli, que fue como el taller de Velázquez, y tienen sus pequeños laboratorios y tienen que tener libros sobre su trabajo", en España "se están cerrando muchas imprentas" y la mayoría de estas obras se imprimen en Italia y China.

Su equipo se encarga también de traducir cartas de restaurantes y ve con horror cómo en muchos establecimientos "se recurre a la academia de inglés del pueblo". "En Japón se ha hecho un diccionario con fotos para que puedan comer en Francia sin hablar nada de francés. Nosotros deberíamos hacer lo mismo. Somos pésimos vendiendo", concluye.