La buena noticia es que Origen (Planeta), la última novela de Dan Brown, está ambientada en España y su núcleo argumental transcurre en Barcelona; así muchos la leerán y quizá ello contrarreste ese 15% en el retroceso turístico de la ciudad en las últimas dos semanas. La mala es que poco o nada tiene que ver con la realidad española y sí con una sucesión de tópicos de opereta: una Iglesia católica oscurantista, una casa real manipulada por siniestras fuerzas a lo Rasputín con un heredero de nombre Julián, una Transición que ha propiciado que los chicos confundan a Francisco Franco con James Franco y una conspiración vinculada a la iglesia palmariana.

Brown, atiende a la prensa en la Pedrera de Barcelona, edificio donde en la ficción su héroe Langdon ocupa un pisito en las alturas. El autor superventas tiene todas las respuestas engrasadas y es una máquina de desactivar las cuestiones más conflictivas. «En mis novelas no hay un mensaje político».

En la ciudad de la Sagrada Familia, otra de las localizaciones de la historia, repite sus deseos mediadores: «He acudido a Barcelona en este momento porque creo que hay que proteger la normalidad en tiempos difíciles». Pero claro, a tenor de lo escrito en la novela, a saber lo que Brown entiende por Barcelona o por normalidad.

Hay mucho de ingenuidad estadounidense en su recreación barcelonesa. Como cuando, en la versión original de las películas de Hollywood de los 40, los indios hablaban en castellano. El mayor conocimiento que en la actualidad se tiene del mundo no le afecta a Brown. Admite que la ciudad que ha dibujado «es una mezcla de imágenes de postal», las imprescindibles de la guía, alimentadas por grandes dosis de misterio -en el caso de Gaudí- marca de la casa. «Al fin y al cabo, mi intención, por encima de todo, es entretener al lector».

El poco rigor en el retrato de lugares como el Guggenheim, el Palacio Real de Madrid, el monasterio de Montserrat o la catedral de Sevilla, así como de sus moradores, no se debe, en absoluto, a la ignorancia del país por parte del autor. Siendo un adolescente, pasó un tiempo en Gijón -y más tarde en Sevilla-, aprendiendo castellano. «Yo procedía de un ordenado mundo académico y aquí todos me incitaron a fumar y beber porque la vida es breve», asegura divertido. Y para refrendarlo asegura que es capaz de cantar el Asturias patria querida. Al tiempo que despliega una extraordinaria erudición sobre el pop español que por entonces escuchaba: Mecano, Miguel Bosé y Alaska. «Siempre he pensado en España como un país de hermosas paradojas», dice ufano en español, con una perfecta pronunciación de la jota.