Reconózcase que, a juzgar exclusivamente por su imagen actual, Elton John invita a ser tomado un poco a broma. Aun a riesgo de sonar algo siesos, digamos que un señor de esa edad no le favorecen ni tanto bótox ni tantos aires de diva. Su carrera, en cambio, es algo muy serio. Sobre todo a lo largo de los años 70, escudado por su letrista y buen amigo Bernie Taupin, el británico no solo compuso un buen puñado de canciones absolutamente impepinables; también dio conciertos que hoy son asunto de leyenda, en los que exhibía una diablura al piano propia de Jerry Lee Lewis y unos estilismos que hacen a los de Lady Gaga parecer sobrios. Dicho esto, es poco probable que el cantante haya producido Rocketman porque sintiera la necesidad de reivindicarse. Si hacemos caso a la propia película, su intención ha sido más bien exorcizar viejos demonios. Si al resto de los mortales hacer terapia nos cuesta una fortuna, a él en cambio le permitirá ampliar de forma sustancial la suya.

Presentada ayer en Cannes fuera de competición, la película de hecho se abre con lo que parece una sesión de alcohólicos anónimos. Vestido como un diablo de lentejuelas, ataviado con unas inmensas alas de pluma y gafas con lentes en forma de corazón, el artista bautizado como Reginald Kenneth Dwight confiesa ser adicto al alcohol, la cocaína y el sexo, y padecer bulimia, y tener problemas con las drogas legales y la ira.

A partir de ahí, Rocketman se dedica a relatar la vida desu protagonista desde la niñez hasta llegar a ese punto, y el camino que sigue resultará bastante previsible para todo aquel que haya visto algún que otro biopic musical. Sin embargo, eso no ha importado al actor Taron Egerton cuando ayer explicó por qué, a su juicio, la película no es la típica biografía. «Hemos alterado la cronología de las canciones, hemos incluido interludios de fantasía y nos hemos tomado algunas libertades en relación a la verdad». A diferencia de lo que sugiere Rocketman, en efecto, John no hizo levitar a los espectadores de su primer concierto en Estados Unidos, en el Trobadour, en 1970; tampoco salió volando hacia el espacio durante su actuación en el Dodger Stadium en 1975, considerada una de las más memorables de su carrera.

Mientras recrea esos y otros momentos vitales relevantes de su vida, la película convierte en números musicales de vistosidad variable la mayor parte de los éxitos que logró en sus años de gloria. Crocodile Rock. Goodbye yellow brick road. Your song. Saturday night’s alright. Tiny dancer. Honky cat. Rocketman, por supuesto. Solo dos de las canciones que suenan a lo largo del metraje fueron compuestas después de 1980. Algo que ya dice mucho.