La plaza de la Catedral de Huesca se convertía poco a poco en un cuadro puntillista en el que el blanco y el verde predominaban sobre cualquier otro color. Los balcones del ayuntamiento desprendían olor a albahaca y el cohete anunciador de las fiestas se erigía en lo alto solitario y silencioso. Todavía.

Paulatinamente el lienzo compuesto por más de 6.000 personas venidos de aquí y de allá, pero ataviados de verde y blanco sin excepción, cobraba vida. La olas que zarandeaban a los jóvenes de la plaza con ritmo constante, contrastaba con la serenidad gótica de la catedral que observaba a través de su rosetón la plaza que se había convertido en una olla a presión que estaba a punto de explotar.

Algunos privilegiados se asomaban por los balcones de la catedral observando la blancura que rodeaba el núcleo de la plaza ya tintado de grana. Sobre las cabezas de los jóvenes flotaban gigantes pelotas amarillas que rompían la armonía cromática. Y desde los balcones del ayuntamiento, unas mairalesas, impacientes de cabalgata, imponían un punto de glamour. "¡Hay mucha gente!", gritaba emocionada una mairalesa infantil al asomarse al balcón.

Había llegado la hora de explotar la olla. Un emocionado Mateo Sierra, pregonero de las fiestas y finalista de MásterChef, fue el encargado de leer el breve pero bien emplatado pregón que terminó con los vivas ensordecedores a Huesca y San Lorenzo que tuvieron su eco en la multitud de la plaza, que le gritaba en forma de guiño cariñoso "¡Pollo al chilindrón!". Pilar Andrés, miembro de Atades, fue la encargada de encender la mecha del cohete anunciador en el mediodía de ayer, que este año ha tenido su toque solidario y humanista. El cohete se suspendió en el aire y sonó discreto empañado por el estruendo multitudinario que inundaba una plaza que se fue tiñendo también de color tinto, por efecto del vino, y que poco a poco se descongestionaba para seguir la cabalgata por las calles a ritmo de charanga. Las peñas portaban pancartas que aludían de forma irónica a la "isla peatonal", y aunque alguna señora opinaba que antes "bailábamos y cantábamos más", lo cierto es que la pasión por San Lorenzo

permanece y unas jóvenes reconocían: "Los de Huesca nos emocionamos, yo he llorado". La cabalgata se desbordaba por el nuevo coso peatonal. A ambos lados, unas laderas de un blanco y un verde impoluto formadas por miles de espectadores, observaban el jolgorio que ya no estaba perfumado por la fresca albahaca, sino por los olores del vino que corrían por las gargantas y las piernas de los jóvenes. Una cabalgata de contrastes del: "De aquí a las carpas esta noche, sin pasar por casa" de un jovial oscense, al: "Nos toca madrugar para arreglarnos" de una mairalesa, va un largo trecho. Y es que las fiestas de San Lorenzo cada uno las vive a su manera. Mientras unos niños estaban deseando ir la noria de las ferias, "porque es la atracción más alta", una cuadrilla de treintañeros preparaban la cochera para "disfrutar del buen comer". La cabalgata culminó en la plaza Navarra en la que se le impuso el pañuelo verde al santo. De fondo, una banda sonora obligada: el himno a San Lorenzo, con el que la multitud se exaltaba a ritmo de saltos joteros amateurs. Estos, dejan paso hoy a los profesionales, los Danzantes, que relevan la fiesta con sus bailes tradicionales en el día del patrón.