Una voz silenciosa se adentra en rincones oscuros de la adolescencia para tratar el tipo de asuntos -el bullying, la depresión, el suicidio- de los que el cine de animación de Hollywood huye como de la peste. La directora Naoko Yamada se asegura de tocarnos la fibra mientras nos hace empatizar con su pareja central, seres dañados en busca de redención. En el proceso, por momentos la narración se muestra confusa y excesivamente fragmentada, en parte porque la presencia de demasiados personajes secundarios entorpece la relación protagonista. Pero la complejidad temática y la intrepidez formal -que funciona como manifestación visual de la angustia juvenil- ofrecen suficiente compensación. N. S.

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Una voz silenciosa

Naoko Yamada