Realidad y ficción hace tiempo que diluyen sus fronteras en la admirada obra de Colum McCann (Dublín, Irlanda, 1965), autor de El bailarín (su ficcionalizada biografía de Rudolph Nureyev), Que el vasto mundo siga girando (galardonada con el National Book Award) y Transatlántico. Aunque se ha sumido en otro proyecto de gran envergadura, una novela que aborda el conflicto entre israelís y palestinos, se tomó un respiro con con 13 maneras de mirar, un libro de historias cortas que Seix Barral acaba de publicar en España. Ficción y realidad también se entrecruzaron en el libro. En el año 2014, cuando tenía los 13 relatos que inicialmente iban a componerlo, Colum McCann fue víctima de una agresión al intervenir en defensa de una mujer que estaba siendo atacada por su pareja, un hombre que luego le asaltó a él por la espalda. El escritor, con lesiones serias, pasó meses en hospitales y sufrió un bloqueo que rompió al escribir una declaración para el juicio. Luego editó y pulió el libro, que acabó compuesto por cuatro historias.

-En su declaración citó estadísticas como que en EEUU se produce una agresión a una mujer cada nueve segundos, denunció el silencio como un crimen colectivo y habló de «los puñetazos después del puñetazo».

-Pienso en quienes no tienen recurso o capacidad de contar su historia públicamente o de levantarse y decir «esto está mal». Yo sufrí un poco pero sentí que tenía que escribir de ello para atraer algo de atención hacia el tipo de cosas que pasan cada día, especialmente en esta era vulgar de Donald Trump, en la que dice cosas como que puedes «agarrar a gente del coño», tuitea imágenes semiviolentas y legitima la violencia en la cultura.

-En el libro hay detalles que conectan con su historia personal, algo que dijo que nunca iba a hacer. ¿Fue azar o tuvo que ver con la agresión?

-Ambas cosas. Cuando empecé a escribir prometí que nunca me convertiría en personaje de mis historias, me parecía indulgente, arrogante y casi un fracaso de la imaginación. Ya no lo veo así. También una vez dije que la gente que escribe novelas sobre gente real muestra un fracaso de la intención imaginativa y seis meses después estaba escribiendo El bailarín. No sé por qué, pero están pasando muchas cosas en el mundo de la ficción. La pregunta del momento, toda esta idea de qué es real y qué imaginado, qué es verdad y qué es falso, fue anticipada por los escritores de ficción incluso antes de saberlo. Es como si la cultura estuviera yendo en esa dirección.

-En este momento en que se habla de «hechos alternativos» o posverdad. ¿Ve preocupante que se borre esa frontera fuera de la creación?

-Preocupa pero también es apasionante. Es aterrador pero también plantea un dilema maravilloso. Hay que decir la verdad contra el poder pero también reconocer la falta de una respuesta y permitir habitar las preguntas. Hay que empezar a hablar de tonalidades. Hemos pasado por el fracaso de la empatía y ahora estamos en el fracaso de los matices. Tu partido político quiere que seas tan estúpido como quieren, no puedes tener sombras o colores... Pero los artistas pueden. Es responsabilidad de la gente capaz de mantener ideas contradictorias sacarlas ahí fuera.

-Tendrá oportunidad en su nueva novela...

-Como decía Tahar Djaout: «Si hablas, mueres. Si te quedas callado, mueres. Así que habla y muere»·. La función del arte es decir estas cosas y esperar que salga algo. Y aunque no salga nada tienes que hacerlo.

-Una de las historias de ‘13 formas de mirar’ es metaliteratura, algo que también dijo que nunca haría.

-Escribir es como hacer música: te metes en el estudio, no sabes qué vas a tocar, empiezas y te das cuenta de que necesitas en un punto un piano, en otro, un violín... Si eres muy consciente de lo que quieres decir te impone una estructura, te constriñe, como si estuvieras esposado por ideas. Creo más en la música que en la idea. La música permitirá a la idea evolucionar.

-En esta era de Trump ¿le tienta escribir algo más heavy metal?

-No sé qué podría decir en este momento. Creo que se necesita un poco de distancia. Me tienta gritar en las calles, decir cosas sobre él, pero no estoy seguro de que tengamos el lenguaje para esta particular atrocidad. Es tan indignante y ofensivo que lo encuentro difícil. Quizá habría que volver a escribir historias de niños, o inventar una nueva forma para hablar de estas cosas. También para sanar y reparar. Mi amigo Jim Harrison decía que la muerte se lleva muchas cosas, pero nunca se llevará nuestras historias. ¿Qué tenemos al final? Nuestras historias sobre nosotros mismos y, aun más importante, sobre otros. La mayor aventura es entrar en la historia de alguien e intentar descubrir qué pasa ahí. La gente suele pensar que la narración es algo blando, etéreo. Sandeces. Para mí, ser sentimental es no salir de tu territorio normal, gustarte y eso es lo que hacen los cínicos. Las historias son peligrosas, intentar entender lo que es el otro es peligroso, y lo duro y difícil es intentar imaginar. Esa es la función y el trabajo de la literatura, supongo. Tenemos suerte de tenerla.

-¿No le da miedo alguien como Trump, que quizá representa la degradación del discurso, del pensamiento intelectual?

-Tengo la sensación de que él es un síntoma. ¿Miedo? Ha avivado a la gente. Es casi como encender una cerilla y oler el fósforo. Despierta el cerebro. Es la función de periodistas, escritores y científicos plantear la pregunta de si este es un nivel de degradación tan malo que no podremos recuperarnos de él. No me asusta parecer idealista. Puedo ser tan oscuro como los cínicos, es fácil. La verdadera revelación es preguntarse: ¿cómo cambio esto?.

-Da la sensación de que a usted no le importan las etiquetas...

--No. Con la novela que estoy haciendo sé que no voy a satisfacer a una sola persona, absolutamente no hay manera, pero tengo que hacerlo. (Se acerca a la puerta de la habitación y muestra un papel colgado con los mensajes de un palestino y un israelí que perdieron a sus hijas). Tienes que emplear el poder de tu dolor. Tienes que contar su historia o todo se desmorona por completo. Incluso si eres una voz pequeña contra todo el ruido tienes esa voz. Yo a veces desespero, pero mi parte idealista todavía cree que es necesario decir. Hay que retratar la oscuridad y la luz. Si eso es sentimental, que lo sea. Yo creo que no lo es. Creo que es sentimiento, algo enormemente diferente. Si miras a los discursos de los premios Nobel de Literatura... Ahí están algunas de las voces más oscuras y prácticamente todos hablan del poder redentor de la literatura. Eso me da algo de esperanza.