Depedro (Jairo Zavala, o sea) es un rockero con alma de folclorista y un folclorista con alma de rockero. Sus canciones transitan por un territorio simbólico atravesado por el Mediterráneo ibérico, Latinoamérica y el desierto de Sonora. Posee, además, una voz notable, se rodea de músicos excelentes, alguno procedente de Calexico, y tiene unos seguidores muy entusiastas. El jueves llenó en Zaragoza el Teatro Principal (¡grande hazaña!, que diría Goya) y puso en pie a los espectadores en más de una ocasión. Un público entregado que salió del concierto más feliz que una perdiz. Me alegro por él, que es quien paga.

Este escribano, no pagano, tiene una opinión del evento algo diferente. Depedro, que está celebrando 10 años de carrera en solitario y aclaró que procede de la música de baile, se empeñó en hacer de la actuación una verbena. De lujo, pero verbena, a fin de cuentas, aunque no toda la velada. La cumbia El pescador, de Totó la Momposina, interpretada en el patio de butacas en vez de en el escenario, trazó una clara línea diferenciadora en el concierto. Así las cosas, asistimos a una primera parte algo floja de brío, voz y detalles, con canciones como Ser valiente, ¿Hay algo ahí?, Como el viento, Nubes de papel, DF, Déjalo ir, Te sigo soñando, una versión en clave de bolero de Don’t Leave Me Now y una recreación algo forzada de Fiesta, de Serrat.

Luego, Antes de que anochezca y Diciembre nos devolvieron al Depedro más intenso, que continuó, más ligero pero con magia, con Flores y tamales, Hombre bueno, Panamericana y Llorona, conformando una segunda mitad más brillante y ajustada al espíritu de las canciones. El cierre (y el delirio de los espectadores) llegó con La casa de sal, Miedo, Vidas autónomas y la siempre esperada Comanche. Cada artista es libre de armar los conciertos como le venga en gana, de jalear al público para que palmee más que en un tablao flamenco, y de incitar al karaoke en algunas piezas. Es una táctica que funciona. A mí no me parece la más acertada, pero a juzgar por lo visto el jueves debo de estar completamente equivocado. ¡Mea culpa!