El historial de Martin McDonagh (Camberwell, Londres, 1970) sin duda ayuda a explicar el éxito que ahora está experimentando con Tres anuncios en las afueras, tragicomedia negra sobre una madre dispuesta a resolver el asesinato de su hija cueste lo que cueste. Tras triunfar en la entrega de los Globos de Oro hace unos días, aspira a repetir en los Oscar.

-¿En algún momento se planteó llegar a rodar Tres anuncios en las afueras en Europa?

-No, es una historia llena de un tipo de tensión racial muy americana. No digo que en Europa no haya problemas de raza, claro, pero yo vivo en Londres y allí la policía no va armada, de manera que sus intervenciones no se resuelven con muertos, como suele suceder allí. La película se inspira en algo que vi durante uno de mis viajes por el sur de EEUU, así que es lógico que transcurra allí.

-¿Qué fue?

-Hace 20 años yo iba a bordo de un autobús cruzando aquella zona, y de repente vi un par de enormes vallas publicitarias al borde de la carretera. En ellas se leía un mensaje que increpaba a la policía por no ser capaz de resolver un crimen. Estaba lleno no solo de ira, sino también de un dolor inenarrable. Nunca llegué a saber qué historia se escondía tras él, así que me inventé una.

-Escribió esa historia hace ocho años, y ahora Tres anuncios en las afueras es considerada como una radiografía del Estados Unidos de Trump, ¿qué le parece?

-El racismo y el sexismo existían antes de Trump. En todo caso, como artista uno siempre es sensible a lo que está en el aire. La película está ambientada en Misuri, el mismo estado en el que hace dos años un policía blanco mató a tiros a un joven negro desarmado. Asimismo, la rodamos durante la campaña electoral estadounidense. Y su protagonista es una mujer que es constantemente amenazada por los hombres. Así que supongo que, en efecto, habla de la América de Trump.

-Ninguna de sus películas previas estaba protagonizada por una mujer. ¿Es un cambio deliberado?

-Sí. Muchas de mis obras de teatro están protagonizadas por mujeres, pero la gente que solo me conoce por mis películas no lo sabe, así que quise demostrar que también soy capaz de escribir un gran personaje femenino. Cuando era niño veía a los personajes interpretados por Bogart o Dean y, sin darme cuenta, imitaba su forma de hablar y de moverse en las películas. Pero las niñas no tienen ese tipo de modelos, ¿no? Mi intención ha sido darles uno: una mujer fuerte que se impone sobre todos los hombres idiotas e indeseables que la rodean.

-El problema es que su película no es muy adecuada para niñas. Contiene demasiada violencia, demasiada furia.

-¿Y cómo no vamos a estar furiosos con este mundo tan injusto? Un mundo en el que hay niños que mueren antes que sus padres, en el que gente demasiado joven enferma de cáncer, en el que imperan la xenofobia y el machismo y la crueldad. Es necesario gritar de rabia contra todas esas cosas. La furia no es algo que haya que curar, sino un camino hacia la comprensión del mundo. O quizá mis palabras no sean más que una excusa para justificar que soy un hombre enfadado.

-¿Lo es?

-Lo era. No como persona, sino como artista. Era un joven proletario que dejó muy joven los estudios y para quien no parecía haber sitio en el mundo del arte. Tuve que pelear. Ahora soy un señor maduro, y un privilegiado, así que no tendría sentido estar enfadado. Y, aunque Tres anuncios en las afueras empieza hablando de dolor, y de tristeza, y de ira, en el fondo habla de lo necesarias que son la esperanza, la tolerancia y la compasión.

-Para hacerlo, eso sí, recurre a generosas dosis de incorrección política. ¿Diría que es un ingrediente esencial de su obra?

-En efecto. La políticamente correcto me aburre soberanamente. Considero que no hay límites ni asuntos intocables a la hora de lanzar pullas. Yo no discrimino, las lanzo a unos y otros por igual. Es increíblemente divertido.