Busca al personaje anónimo como hacían los pintores clásicos para hacer sus retratos y tiene claro que no es fotógrafa, «yo intervengo las imágenes y para mí es un cuadro cada una de ellas porque es única y tiene una historia alrededor de ella llena de luces y sombras». La que habla es Carmen Calvo que ayer inauguró, dentro de la programación de PHotoEspaña en Zaragoza, su exposición Quietud y vértigo en el museo Pablo Gargallo donde se podrá visitar hasta el próximo 1 de septiembre. La propia Carmen Calvo presidió el acto en el que estuvo acompañada por la comisaria Oliva María Rubio y la jefa de servicio de Cultura del Ayuntamiento de Zaragoza, Romana Erice.

Carmen Calvo recurre a fotografías anónimas antiguas, fundamentalmente de los años 1940 a 1970 conseguidas en mercadillos o álbumes familiares y las somete a una operación de descontextualización para la que no tiene problemas en «utilizar la pintura, arañar la fotografía, añadir textos, crucifijos o ampliar las imágenes», resaltó la comisaria Oliva María Rubio. Todo eso hace que la imagen que antes tenía un significado determinado «ya es otra que aborda temas como la familia, la religión, la guerra, la infancia, la relación entre madre e hija...», explicó Rubio. El resultado es, sin duda, sorprendente e inquietante: «Desde luego, nadie se queda como ha entrado, la exposición le remueve por dentro».

Algo en lo que tiene mucha importancia los propios títulos que la artista le pone a las piezas: «Es vital no porque ilustren las imágenes -señaló Rubio- sino porque hacen replantearse las imágenes, las complejizan». Es el caso, por ejemplo, de Mi alma está cansada de la vida donde se ve una novia con la cara pintada de verde o de Los ojos de los pobres que es un retrato al que se le ha añadido un objeto que cuelga de los ojos.

Preguntada precisamente sobre el resignificado que adquieren las fotografías después de sus intervenciones, Carmen Calvo fue contundente: «No hay que darle muchas pistas al espectador pero si les inquieta, mejor...», señaló antes de dejar claro que todo responde a una planificación: «Claro que hay bocetos anteriores, hasta lo más kitsch tiene preparación».

Un total de 27 (muy ampliadas respecto a su tamaño original) son las obras de Carmen Calvo que se pueden contemplar en el museo Pablo Gargallo y que están acompañadas de documentos como cuadernos, dibujos o clichés que explican el proceso de transformación que sigue la autora a la hora de trabajar. Las obras que se exponen en Zaragoza se realizaron entre 1999 y 2017, «es decir, abarca casi todo su periodo con la fotografía ya que ella empezó en 1997», destacó Oliva María Rubio.

La comisaria recordó que la artista desde su irrupción en la Bienal de Venecia de 1997 junto a Joan Brossa ha construido «un mundo complejo y misterioso, no exento de humor e ironía, donde el feminismo y la crítica social, moral y religiosa se entrelazan». De la propia Carmen Calvo destacó que es una de las artistas conceptuales más representativas del panorama artístico actual, con una formación clásica que aparece «incluso en sus composiciones más vanguardistas y rompedoras y en todas las colecciones».

Para la jefa de servicio de Cultura del Ayuntamiento de Zaragoza, Romana Erice, es una exposición «inquietante, tremendamente provocadora y con mucha calidad que nos hace reflexionar sobre muchos aspectos de la historia, lo cual prolonga la relación tan fructífera que tenemos en Zaragoza con este festival PHotoEspaña».

Carmen Calvo. Quietud y vértigo se puede visitar hasta el 1 de septiembre de martes a sábado, de 10 a 14 y de 17 a 21 horas. Los domingos y festivos, además, se podrá ver de 10 a 14.30 horas.