Pablo Berger (Bilbao, 1963) cree en el público. Considera a los espectadores seres adultos y confía en ellos para dar saltos mortales. Lo hizo con Torremolinos 73 (un éxito mundial que tuvo hasta un remake chino), una cinta sobre un vendedor de enciclopiedias al que le proponen grabar películas erótico-educativas en súper 8 para su venta en Escandinavia. Y con la torera y muda Blancanieves, con la que conquistó 10 premios Goya y que supuso una pequeña revolución en el panorama cinematográfico de la época. Abracadabra, que estrena mañana, empieza como una comedia costumbrista y descacharrante en la que un matrimonio (Maribel Verdú y Antonio de la Torre) sale escopetado hacia una boda hortera a más no poder. Ella es adicta a la ropa de mercadillo. Él, un machista que vive para el Real Madrid y que se burla cuando un familiar (José Mota) lo hipnotiza en medio del convite. A partir de aquí, Berger realiza con maestría el retrato de una España desquiciada que desayuna porras grasientas en bares cutres. La sorprendente Abracadabra pasa así de la risa al drama con toques de género negro, fantástico y de terror.

-Su película tiene detrás a empresas ‘mainstream’ como Sony y Antena 3. Pero usted ha hecho lo que le ha dado la real gana o, al menos, eso parece.

-Mis tres largos los he hecho con libertad absoluta, desde la elección de actores hasta el montaje final. Tras el éxito de Blancanieves, teníamos muchas novias en la industria. Cuando la productora Arcadia habló con Sony y Antena 3, puso esa condición: mi libertad. Creo que el cine tiene que ser una aventura de riesgo, una apuesta personal.

-‘Abracadabra’ es una comedia que empieza desternillante. Pero se va volviendo negra con el paso del tiempo.

-Como la vida, que no es ni un drama ni una comedia. Siempre he mezclado los géneros. Torremolinos 73 era una tragicomedia, y Blancanieves, una comedia con una capa gorda de melodrama. Mi nuevo trabajo es una muñeca rusa de géneros, una comedia dentro de un drama, una película de terror, un noir con notas de realismo social y hasta un musical. Para mí, escribir el guion es como tocar una tabla de güija con la que me dejo llevar. Lo hago de manera automática, hablo de mis obsesiones y me siento como la niña de El exorcista, vomitando piezas de un puzle que en ese momento no entiendo y que tiene que ver con imágenes. Luego pongo orden a ese caos.

-La mezcla infinita conlleva riesgos.

-Sí, porque el espectador no sabe qué tierra pisa. Pero pienso que eso es un valor, es como un número circense. Como director, soy una acróbata que está en la cuerda floja. El espectador está abajo y sabe que el golpe que me puedo dar es mortal. Si consigo llegar al otro lado de la cuerda, lo saben apreciar. No sé si Abracadabra es una buena película o una mala, lo que sí sé es que es arriesgada, diferente. Nunca se sabe qué va a ocurrir en el siguiente fotograma.

-En su trayectoria, ha pasado del ‘Érase una vez Blancanieves’ al ‘Érase una vez una pareja del extrarradio de Madrid’ y casi sin darnos cuenta.

-Sin duda. El primer plano es la M-30 con unos bloques de pisos. Yo vivo en el centro, en el barrio de Malasaña, pero mi vida no es muy diferente a la de los protagonistas. Ellos son un matrimonio con una hija de 13 años. Yo estoy casado, tengo hipoteca y una hija de la misma edad con la que hago los deberes. El piso de Abracadabra es una réplica exacta de la casa en la que viví hasta hace poco.

-Antonio de la Torre da vida a un recalcitrante machista y tampoco se oculta demasiado. ¿Le preocupa la violencia doméstica como cineasta?

-Me preocupa, por supuesto. Creo que los realizadores no tenemos que hacer películas con mensajes, pero esta comedia es muy seria. He querido reflejar a la sociedad en un espejo, a lo mejor me ha salido un poco esperpéntico. En el siglo XXI, desgraciadamente, seguimos hablando de esto. El feminismo implica que la mujer tiene los mismos derechos que el hombre, algo que es incuestionable. En Abracadabra, un hombre tiene hipnotizada a una mujer con actitudes machistas. Seguro que lo heredó de su padre y de su abuelo. Ojalá su hija rompa el bucle.

-¿Cuánto hay en su película de ‘¿Qué he hecho yo para merecer esto?’, el éxito de Pedro Almodóvar?

-No de una manera consciente, pero sí hay un homenaje. Soy un devorador de películas y esta me parece uno de los grandes títulos de la historia del cine. Almodóvar siempre ha estado conectado con mi carrera, me escribió una carta de recomendación para ir a la escuela de cine de Nueva York. Me consta que le encantaron Torremolinos 73 y Blancanieves.

-Al igual que le pasa a la protagonista de la película, ¿le han hipnotizado alguna vez?

-Sí, no del todo, pero sí. El asesor hipnotista de Abracadabra.

-¿Han tenido un asesor para el rodaje de la película?

-Como siempre. Antes de rodar, la parte que más disfruto es la de investigar. Siempre tengo asesores para todo. Aquí hemos contado con Jorge Astyaro. José Mota estuvo tomando clases durante un mes. Le aseguro que ahora mismo podría hipnotizarla. Antonio de la Torre quería saber qué se siente. Y yo también.

-¿No les dio miedo enfrentarse a esto?

-El hipnotismo tiene que ver con un viaje virtual, sentir que estas en una isla. El 30% de la población es hipnotizable. Yo no estuve totalmente hipnotizado, pero sí sentí algo cercano al trance. Maribel [Verdú] y Antonio [de la Torre] entraron por completo. Creo en el hipnotismo, que es algo muy parecido al cine. Quiero que el espectador sueñe despierto y entre en el viaje. Si no te quieres hipnotizar, no lo haces. Con Abracadabra pasa lo mismo. Es una historia diferente. Si tienes prejuicios y eres un cínico, mejor no entres a verla porque esta película necesita público de mente abierta. ¿Qué van a ver? Algo que no han visto nunca antes.