Los mafiosos de Nápoles son ahora chavales de 15 años adictos a las redes sociales. Matan por dinero. O para conseguir mesa en un restaurante. Pueden quitarle la vida a tres personas en un mismo día. No les tiembla el pulso. No temen la muerte ni tampoco la cárcel. Son la nueva Camorra y se cagan -literalmente- en sus enemigos. Tras el éxito planetario de Gomorra, Roberto Saviano (Nápoles, 1979) fija ahora su mirada en los críos de su ciudad natal en La banda de los niños (Anagrama). El autor vive amenazado por la mafia y no puede hacer ni medio movimiento sin que lo aprueben sus escoltas.

-Los chavales siempre han estado en la camorra. Pero ahora están al mando. ¿Qué ha pasado?

-Que los antiguos cabecillas, los mayores, están encerrados en la cárcel o en sus casas. Por primera vez, la mafia tiene jefes de 15 o 17 años. Eso implica la gestión económica del clan, la extorsión y la imagen. Ellos son los que conceden entrevistas.

-¿A medios de comunicación?

-Sí, con un pasamontañas. También suben vídeos a YouTube y dominan las redes sociales. En algún sentido, son parecidos a las maras de América Latina.

-En el libro los define como «cachorros hambrientos».

-Es que son niños. Los hay que disparan con 10 años. Para ellos es un juego de acción. Matan como si fuera un juego, pero, en realidad, saben que o jodes o estás jodido.

-No temen morir.

-La muerte ya no es un riesgo del trabajo, es parte del trabajo. Es la prueba de que has llegado, has alcanzado la meta. Eso es lo que más me ha sorprendido de toda la investigación que ha conllevado el libro. En realidad es lo mismo que pasa con los jóvenes yihadistas, que mueren matando a otros. Los mafiosos mueren por dinero. El dinero es lo más importante de su vida. ¿Por qué gustas a las mujeres? Por tu dinero. ¿Por qué te quiere tu madre? Por tu dinero.

-El dinero ha sido siempre muy goloso para los jóvenes, sin necesidad de convertirlos en mafiosos, ¿no?

-Ya, pero ahora, con las redes sociales, se ha puesto más en relieve. Estamos hablando de críos que llegan a disparar para no hacer cola en un restaurante. Se definen a sí mismos como el champagne Moët & Chandon: una vez que lo has abierto no lo puedes cerrar. Están obsesionados con el Moët, por cierto.

-¿Qué ha fallado? ¿El sistema, la sociedad, los políticos, la educación?

-No es un error, sino la perfecta consecuencia de cómo las madres educan a sus hijos.

-¿Las madres? ¿Por qué?

-Pueden educarlos en el amor y en la democracia, pero no. Las madres educan a sus hijos para que sean ganadores, para que estén bien posicionados en la sociedad, que desarrollen negocios y tengan dinero.

-¿También tienen padres, no?

-De acuerdo. Pero es que, en Italia, el monopolio de la educación lo tienen ellas. Los padres son muy débiles. De todos los casos que he investigado solo en uno vi a un padre y a una madre denunciar a su hijo, al que le dijeron: preferimos ir a verte a la cárcel antes que al cementerio.

-Usted ya no puede pisar las calles para ejercer el periodismo, pero sigue teniendo alma de reportero. ¿Qué opina del maltrato que sufre hoy día el periodismo?

-Tengo miedo por la supervivencia del periodismo serio. Antes, un buen reportaje tenía una clara defensa: las miless de copias vendidas. Pero ahora, un artículo sobre la amante de un ministro provoca más atención. El periodismo serio necesita la ayuda de los lectores. En Italia y en Turquía, por ejemplo, el periodismo serio está desapareciendo.

-Desde que la camorra le amenazó de muerte tras ‘Gomorra’, usted ya no puede vivir en su ciudad natal. Reside en EEUU, pero vuelve de vez en cuando. ¿Qué encuentra?

-Gente que me escupe. Gente que escribe pancartas en mi contra. No pasa nada, me espero cosas peores.

-¿Su madre y su hermano tampoco viven allí?

-No, la presión era demasiada. Y no solo por parte de la camorra. La izquierda, la derecha y el centro me acusan de haber difamado a la ciudad, de inventarme lo que escribo para ganar dinero. Me llaman charlatán.

-¿Ha merecido la pena?

-No.

-Escribió ‘Gomorra’ con 26 años. Si pudiera retroceder en el tiempo ¿de verdad no lo publicaría?

-Lo haría de manera prudente, protegiendo mi vida. No lo hice así y me suicidé. He perdido todo lo que tenía. Vale, tengo fama mundial y gano dinero con mis libros. Pero, míreme, aquí estoy, en Madrid y sin poder salir del hotel para dar una vuelta. Solo me conozco los hoteles y las comisarías de los países adonde voy.