Bárbara Allende Gil de Biedma (Ouka Leele, como es conocida internacionalmente esta pintora, fotógrafa y escritora madrileña), se ríe cuando le preguntan de sopetón qué es para ella la fotografía. «¿Y tú me lo preguntas?», responde, pero pronto retoma el hilo para argumentar que la fotografía ha sido durante mucho tiempo para ella un instrumento de conocimiento del mundo, aunque ahora ha tratado de apartar para dedicarse a la pintura. La fotografía le ha servido «muchísimo» para conocerse, conocer a los demás y a todos los lugares a los que ha ido, asegura en una entrevista con motivo de su presencia en Huesca, donde en los últimos días ha sido protagonista por dos motivos; primero, porque firma el cartel del 28º Festival Internacional Camino del Santiago, donde ha dibujado una concha situada en el mar. Reconoce que lo ha diseñado con «total libertad» y que aunque al inicio pensó en dibujar el gesto de un cantante mientras canta, finalmente un objeto que se encontraba en su casa comenzó a «perseguirla», una concha marina que todavía mostraba el color tostado del horno. «Apareció primero en una estantería, y luego me encontré otra preciosa, y era algo como si viniera a mí, me persiguiera, y entonces me puse a dibujarla, y mi hija, que es diseñadora, me dijo que la imagen era muy bonita», explica. Además, esta semana ha participado en las Veladas de Arte violeta, que organiza en la capital oscense el Instituto Aragonés de la Mujer, donde presentó Un cruel banquete. Pour quoi?, que muestra la violencia que sufren las mujeres en África Central..

«La fotografía -destaca la artista- me sirve para decir esto existe, porque la realidad ha quedado registrada, pero al pintarla, transformo los colores y consigo una realidad más mía». Considera, además, que como el resto de su obra de arte, tanto con la palabra como con la pintura, la fotografía, al mezclarla con la pintura, es una forma de contar la realidad «desde dentro».

Ouka Leele admite que cada una de las facetas artísticas que desarrolla tienen su propio lenguaje, aunque es consciente de que todas sus imágenes tienen un germen inicial, una idea. «Hay ideas que son para un medio o para otro, y me interesa muchísimo crear imágenes con la palabra, pero también con la pintura y la fotografía».

La artista madrileña relata que sus inicios fueron en la pintura, disciplina que la orientaba a hacer Bellas Artes, «a ser pintora» subraya, aunque a los 16 años se topó con la fotografía, un encuentro que, como ella misma reconoce, le dejó «fascinada» a pesar de no saber aún cómo la iba a utilizar. Entonces «pensaba en la fotografía como algo utilitario, más que como una obra de arte, pero desde que empecé todo el mundo comenzó a decirme lo maravilloso que era lo que hacía y a pedir mis fotos... fue como una vorágine que dura hasta ahora».

Asume que, a sus 61 años, todavía le queda «mucho por explorar» acerca de las posibilidades del lenguaje artístico, pero precisa enseguida que cuando piensa en explorar no piensa tanto en la fotografía sino en un mundo intangible: «como si pudiera a través de mi mano alcanzar otro plano que no se ve con los ojos y que, por lo tanto, no podría captar una cámara».

Cree que la «invasión» de fotografías que han provocado las redes sociales genera un cierto «empacho», aunque asegura «ver bien» estas formas de intercomunicación peseque a ella, como artista, le está quitando «mucho tiempo».