Dice el refranero popular que cada uno cuenta la feria según cómo le va. Y así sucede con el balance provisional de la Feria del Libro de Zaragoza, que ayer cerró después de diez días. La sensación mayoritaria era la de estar «contentos», pese a que han tenido que luchar contra el fútbol y la lluvia. Algunos mostraban sus peros: unos (no muchos) por la ubicación, ya que siguen prefiriendo la plaza de Aragón -esta es la segunda edición que se celebra en la plaza del Pilar-, otros, por los horarios, ya que optan «ya que se pagan las casetas, por abrir mañana y tarde». En lo que sí están de acuerdo es en la duración de diez días, ya que si «estamos solo un fin de semana y llueve, como pasó el año pasado, apaga y vamonos», reconocían.

César Muñío, de Librería París, y presidente de la Comisión Permanente del Libro (Copeli), organizadora de la cita, señalaba que al hablar con los participantes, se mostraban «bastante contentos», con la sensación de haber «salvado las naves». «El sitio es el que tiene que ser», decía con contundencia. Ha habido «mucho público, aunque han faltado jóvenes y niños», señaló en referencia a la selectividad. El tiempo no ha acompañado pero «los toldos (una de las novedades) nos han salvado la vida». Como librero, reconoció que los más vendidos han sido los de los autores que firmaban, como los Corral, Luis Zueco, María Frisa, Begoña Oro o David Lozano, escritores que son «los activos de la feria». Frisa, de hecho, no paró ayer por la mañana de dedicar Cuídate de mi. «Este es mi año», reconoció, ya que «como ya estuve en San Jorge, viene mucha gente para comprar el segundo ejemplar para regalar. Para mí es muy gratificante. Jugar en casa es otra cosa».

EL TIEMPO, EL ENEMIGO / Paco Goyanes, de Librería Cálamo, también estaba «contento» por la ubicación y por la duración, de hecho, señaló que las ventas «habían ido mejor» que el año pasado, aunque han tenido que bregar con el fútbol, el agua, y la cercanía con el Día del Libro, para después, agregar: «La Feria en Zaragoza da para lo que da». Para Goyanes, las firmas son los más vendidos, Martínez de Pisón, Manuel Vilas, Rogelio Alonso, David Lozano o Monika Zgustová.

«El tiempo ha estropeado la Feria», dijo con contundencia Gonzalo González, de Milcómics.com. «Nosotros somos unos outsiders, pero nos gusta la plaza del Pilar y los dos fines de semana. Y, si se trabaja más en la programación, puede ser una buena Feria del Libro», reconoció, antes de definirse como «moderadamente satisfechos». Sandra Aragüás, de Editorial Sin Cabeza, era la primera vez que estaban en Zaragoza con caseta y ha sido «femonenal». La ubicación, perfecta, porque «los que no somos de Zaragoza, siempre pasamos por aquí».

Raúl Herrero, de Libros del Innombrable, reconocía que este año había sido «ligeramente mejor que el año pasado», aunque es uno de los que apuesta por «aumentar los horarios» para estar más presentes en «una cita ineludible para dar visibilidad a los pequeños editores».

De forma similar piensa David Francisco, de Pregunta Ediciones. «La plaza de Aragón era un lugar más de paso y, sin embargo, aquí hay que venir de propio», señaló. Además, reivindicó «mayor promoción», puesto que en el anterior escenario, «todo el mundo nos veía al pasar con el bus y el tranvía». Y en cuanto a la duración, «cuanto más larga mejor». Aún así, se mostró contento por la «oportunidad de poder sacar los libros a la calle».

Por el mismo criterio que Francisco, Lara Burgos, de Edelvives, prefiere la plaza del Pilar, porque «vienen de propio a por libros». También está de acuerdo en «celebrarla los dos fines de semana y no abrir por la mañana». Por poner un pero, «las casetas, que el techo es de uralita y hace mucho calor». Lo dicho, el sector del libro cuenta la feria según cómo le va.