Cuando hace cuatro años la Roja hizo el recorrido triunfal por las calles de Madrid y paseó por ellas la Copa del Mundo de Fútbol, de oro y malaquita, el escritor Miguel A. Zapata (Granada, 1974) estaba allí, en el centro, de compras. Le pilló la avalancha. No quería participar en el agobio pero no hubo otra que tranquilizarse, disfrutar y esperar el paso del autobús. Se fijó en Torres, que llevaba la copa, y percibió algo raro. "Me dio la sensación de que estaba angustiado, que no era feliz, y eso me dio pie a pensar qué es lo que ocurriría si Torres fuera el responsable de la pérdida del trofeo".

Ese es el punto de partida de Las manos (Candaya) con la que el joven escritor, que hasta el momento ha cultivado el cuento y la narrativa breve, debuta en una novela que muy bien podría situarse en la órbita humorística de La conjura de los necios, de las novelas del Loco de Eduardo Mendoza o de las ficciones de Pynchon. Como en aquellas, en esta también hay un protagonista disparatado, Mario Parreño, un tipo solitario que solo viaja a través de las revistas del National Geographic que tiene en su casa y que se lanza a la aventura de buscar la copa perdida como si se tratase del Santo Grial.

"La copa es un icono pagano que genera en el hombre contemporáneo el mismo tipo de atracción que el primer cáliz ofrecía en la edad media", asegura Zapata, que ha trufado su novela con diversas conexiones con la mitología griega.

Pero no hay que confundirse, para el autor la copa es tan solo un MacGuffin, una mera excusa argumental que hace avanzar la trama pero no es importante en sí misma. "Lo que me interesaba es hacer un recorrido por las obsesiones del hombre contemporáneo, la búsqueda de una identidad en un mundo en el que el individuo deja de tener valor en pro de la masa. Y su dificultad para convivir en un mundo que está perdiendo pulsión humana". La aventura de Mario, que le llevará a visitar medio mundo, esta vez de verdad.