El aspecto resultaba curioso para un interior oscuro: el suelo estaba anegado de agua, y en distintos rincones se podía distinguir árboles y plantas de todo tipo. Es más, había parterres. Pedazos de tierra en los que crecían lechugas, coles y rabanitos. No era un invernadero, ni un instituto de botánica. Era una discoteca.

Entre 1965 y 1975 se dio en Italia un fenómeno poco conocido fuera de sus fronteras: las discotecas se convirtieron en los espacios de experimentación de arquitectos recién salidos de la universidad. Durante el auge de los movimientos sociales y políticos de 1968, formaron un movimiento llamado diseño radical, un episodio extraño y fascinante, en el que utilizaron sobre todo las discotecas como espacios de ensayo para nuevas ideas y formas de entender los espacios.

Space Electronic, en Florencia, y Piper Discotheque, en Turín, fueron los clubs más famosos. Hasta entonces, las discotecas en Italia eran muy conservadoras, espacios estratificados en los que no había música en vivo y la gente bailaba siempre en pareja. Estos arquitectos comenzaron a jugar con luces, espejos, y crearon estéticas poco comunes en el momento: Space Electronic estaba situada en una antigua fábrica de reparación de motores, y mantuvo en su decoración refrigeradores, y tambores de lavadora. También democratizaron las salas, creando espacios flexibles en las que se podía mover el escenario y tener diferentes actividades durante el día y la noche.

Tal es así que en esa sala durante el día se convertía en espacio para recitales de poesía, teatro o su propia escuela de arquitectura radical, en la que los estudiantes experimentaban con materiales e ideas, en colaboración con otros grupos de arquitectura, como Superstudio, UFO, Street Farmer y Ant Farm. De ahí, el jardín botánico en el que se llenó la discoteca de agua y plantas. Era el proyecto Vita, Morte e Miracoli dellArchitettura, que tuvo lugar en 1971.