La ciudad no es para mí convirtió a Paco Martínez Soria con su personaje de Agustín Valverde en un auténtico mito. En un fenómenos social que ha traspasado generaciones pues todavía hoy, 30 años después de su muerte, sigue convocando frente al televisor a miles de espectadores cuando se programa una de sus películas. Sin embargo, y a pesar de su popularidad, se conoce muy poco de la vida y la personalidad "del mayor cómico español de todos los tiempos", como lo define el periodista Javier Lafuente, autor de una exhaustiva biografía sobre actor turiasonense.

El don de la risa. Don Paco Martínez Soria (editado por Doce Robles en la colección Vidas) y acerca al lector a la persona, ofreciendo claves para entender y apreciar la trayectoria de un artista quizá maltratado por demasiados tópicos "o mejor, demasiados prejuicios", apunta Lafuente. Y es que a pesar de ese Agustín Valverde con boina, una cesta con dos pollos y una maleta que es incapaz de atravesar un semáforo en Madrid, el paleto de pueblo con el que se le identifica fue un personaje que apenas interpretó en cuatro de sus 35 películas. "Lo primero que me sorprendió es que antes de dedicarse en exclusiva a la comedia, tenía una trayectoria teatral con base clásica; había interpretado a Molière, a Lope de Vega, y en el plano cómico a Arniches o Jardiel. Era un actor con una formación muy sólida", cuenta Lafuente.

Pero en un momento dado, él decidió dedicarse por completo a la comedia y en este género "se convirtió en un maestro, como lo han reconocido los actores y también los críticos, que a pesar de que reprobar la calidad de las obras, se rendían a las interpretaciones del actor".

Aunque el cine reforzó su popularidad --sobre todo a raíz de La ciudad no es para mí--, Martínez Soria fue ante todo un hombre de teatro en todas sus facetas. Sobre las tablas cimentó su prestigio e incluso esta obra, La ciudad no es para mí, fue antes de su paso al cine un éxito teatral, hasta el punto que la representó en 3.500 ocasiones. Pero también fue empresario de su propia compañía y su propio teatro, el Talía de Barcelona, "y animó a numerosos actores a crear sus compañías, como Alfonso de Real o Irene Gutiérrez Caba", cuenta Lafuente, quien apunta que "a Alfredo Landa lo consideraba su heredero en las tablas, pero Landa le dijo que no, que prefería el cine y eso le creó cierta amargura".

Otro aspecto destacable es la relación con su ciudad natal, Tarazona, donde acudió siempre que pudo tanto a ver a su familia como a representar sus obras. Incluso le hizo su particular regalo rodando allí, en el año 1978, Vaya par de gemelos. En correspondencia, Tarazona, que ya le había rendido homenajes, le puso su nombre a una calle, le levantó un monumento, le dedicó un museo y creó un festival de comedia en su honor "todo un acierto", dice Lafuente. Y es que como sentencia Alfredo Landa en sus memorias, Paco Martínez Soria "nació cómico como otros nacen fontaneros. ¡Qué gracia tenía el condenado!.