Una de las frases más repetidas de First dates (de lunes a viernes, a las 21.30 horas en Cuatro), el concurso de televisión más barato del mundo dedicado a la impagable tarea de juntar corazones dispersos por la piel de toro sin importar raza, género, edad o condición, es cuando, llegado el momento cumbre, ella (casi siempre es ella, ya se trate de una camarera divorciada de cincuenta y dos años con afición por las motos y la bachata, o de una agente inmobiliaria vecina de Guadalajara y soltera a la que le gusta practicar submarinismo sin bombona de oxígeno) dice a un, qué se yo, administrativo de contabilidad que vive en Alcorcón con su madre y es adicto a los videojuegos y al manga japonés, que no quiere una segunda cita con él porque «no me ha surgido esa chispa…». ¡Qué tendrá esa chispa y por dónde tiene que surgir, que todo el mundo busca y casi nadie encuentra y que hasta te puede hacer apuntarte a un concurso para acabar diciendo ante las cámaras de televisión y en prime time que eres muy fogoso en la cama… con sesenta y dos años recién cumplidos!

Así que no hay color: desecho por enésima vez El hormiguero, por tirar con pólvora de rey (con lo que cuesta un programa de la productora de Pablo Motos, haces cien en el restaurante de Sobera). Y el tercero en discordia, El intermedio, sufre de cierto cansancio y de que le va mucho mejor cuando juega a la contra y está en la oposición: ni Sánchez da tanto juego como Rajoy, ni los guionistas le ponen tantas ganas, la verdad.

Así que aquí estoy otra vez, a la hora del prime time y más solo que la una, esperando que salte esa chispa que parece que hará chocarse los planetas, vaciar los océanos y estallar las nubes de gozo y alegría, mientras me tomo unas tristes acelgas con un filete de pavo bajo en calorías. Y es que yo, de mayor, quiero ser como Sobera, sanote, socarrón y divertido. Y que cuando entre a un bar me atienda un buen barman argentino de pocas y justas palabras. O que me expliquen la carta unas camareras tan estilosas y risueñas como Lidia (la morena) o Yulia (la rubia). Y mientras eso llega, ahí estoy como un clavo frente al televisor. Y veo a Manoli (sesenta y dos años, prejubilada, vecina de Ciudad Real y que está pensando en hacerse transexual) que tras la cena con Ramiro (camionero, natural de Badajoz y forofo del Real Madrid) dice que éste es una persona fantástica a la par que cariñoso e inteligente, pero que sintiéndolo mucho «no tendría una segunda cita con él porque no he sentido, no me ha surgido esa chispa…»). Y dale con lo chispa, qué manía...