El historiador zaragozano Daniel Aquillué acaba de publicar 'Guerra y cuchillo', una obra en la que aporta una nueva visión sobre los Sitios de Zaragoza y analiza el levantamiento a través de la experiencia de civiles y combatientes.

-¿Siempre le han interesado los Sitios de Zaragoza?

-En el 2005 vi una recreación histórica de los Voluntarios de Aragón en Torrero y me atrajo mucho. Después leí a Galdós, vi la labor de la Asociación los Sitios, llegó el bicentenario cuando ya estaba cursando Historia... Luego enfoqué mi doctorado en el Aragón y España de 30 años después de los Sitios, pero no dejé el tema.

-¿Qué quería contar en ‘Guerra y cuchillo’?

-Sobre todo quería situar al lector en el centro de los acontecimientos de 1808 para que comprendiera las actuaciones de los personajes históricos en su contexto. Poner rostro a quienes combatieron en aquellas críticas y excepcionales circunstancias que nadie esperaba a comienzos de 1808. Explicar los porqués de sus actos, lo que llevó a la defensa de Zaragoza. Los Sitios no se entienden solo desde dentro de las tapias de la ciudad.

-¿Por eso decidió echar la vista más atrás de la sublevación?

-Es que es clave. Si no comprendemos la movilización y politización popular previa, la crisis de comienzo de siglo, los objetivos y prejuicios napoleónicos, no entenderemos nada de por qué gran parte de España, y Zaragoza, se levantó en armas contra Napoleón, en lo que parecía una locura colectiva. Y no fue así, todo tenía su sentido. Fernando VII era ‘su’ rey, Palafox ‘su’ capitán general. El pueblo los había puesto ahí. Además, muchos pensaban que la guerra sería breve y victoriosa.

-En el libro hace hincapié en el papel que desempeñaron las mujeres en la defensa de la ciudad.

-Fueron fundamentales. Ya en la batalla de Alagón del 14 de junio de 1808 hubo algunas que acompañaron al Ejército de Aragón, pero fue a partir del 15 de junio, con la batalla de las Eras, cuando tomaron las armas. Y ya no las soltaron. Palafox reconoció su papel con proclamas y condecoraciones específicas a las defensoras.

-Pero también desmitifica la figura de Agustina de Aragón.

-Lo que hago en el libro es insistir en que no fue una excepción, sino que fue una más de muchas mujeres combatientes. Ella tuvo más fama que otras porque los hermanos Palafox, José y Luis, llegaron justo después de que disparase el cañón. Pero Manuela Sancho, menos conocida fuera de Zaragoza, también hizo de artillera, por poner un ejemplo.

-¿También se ha encumbrado en exceso la figura de Palafox?

-Se le han atribuido méritos que no fueron suyos, por un lado, y se le ha acusado de cuestiones que no estaban en su mano, por otro. No tenía experiencia militar real, era un cortesano y conspirador, pero levantó un ejército de la nada. O lo intentó. En el primer Sitio fueron otros militares como Vicente Bustamante, Antonio Torres, Mariano Renovales o su hermano Luis, marqués de Lazán, quienes hicieron más por la defensa de Zaragoza que el propio Palafox, que no estuvo en Zaragoza entre el 15 de junio y el 1 de julio ni entre el 4 y 9 de agosto. Aunque en esta última ocasión consiguió reunir un convoy de socorro que fue crucial. En el segundo Sitio se encerró en la ciudad, lo que fue discutido por otros militares. No me habría gustado estar en su posición, encumbrado primero, lanzado a una guerra después. Una guerra que, desde un punto de vista militar de la época era imposible de ganar. Pero Zaragoza rompió las reglas.

-¿Las rompió gracias al valor de sus ciudadanos?

-Una amiga siempre dice que a la gente del pasado le gustaba, ante todo, vivir. Eran gente consciente de lo que hacía, pero no imaginaban unos desastres de la guerra tan terribles, los cuales, a la vez, les llevaron a una radicalización en sus posturas. Las primeras batallas de Tudela, Mallén y Alagón fueron un intento de evitar que la guerra llegase a Zaragoza. Una vez llegó, no tenían opción. Temían verse saqueados como otras poblaciones y con sus hijos conscriptos por Napoleón y llevados a luchar y morir a tierras lejanas.

-¿Cómo valora la salud de las publicaciones y novelas relacionadas con la historia?

-Hay de todo. Sí que es cierto que hay un interés social por el pasado, en distintas formas. Vivimos tiempos de hiperhistoria, de un consumo de representaciones del pasado en ficciones audiovisuales, videojuegos, novelas... Y todo eso se retroalimenta. Esto se lo he leído muy bien explicado al historiador Alberto Venegas. Los estudios históricos serios, aunque sean en formato divulgación, tienen más dificultes de llegar al gran público. Pero en ello estamos. Uno de mis objetivos con Guerra y cuchillo era llegar a un público amplio, tanto al que conoce los Sitios de Zaragoza como al que no sabe nada del tema. Para el futuro no me faltan ideas, pero la investigación histórica y su resultado en forma de libro requiere tiempo y financiación.