Artista con un corazón pop más grande que Siberia (los Beatles, el amor y el Capitán América eran sus obsesiones; se puede ser más pop?), la vida y la obra de Daniel Johnston fueron por desgracia bombardeadas por los rayos negativos de la enfermedad mental. De la palpitante ilusión por ser feliz y el sabotaje de las fuerzas oscuras del cerebro surgió una obra que expresa sin filtros esa lucha. Una obra no siempre descorazonadora, ni mucho menos, y aquí hay que darle las gracias a Johnston por haber estado siempre, en la medida de sus posibilidades, del bando de la luz.

Su obra gráfica puede enmarcarse en lo que Jean Dubuffet denominó 'art brut', categoría en la actualidad subsumida en la de arte marginal. Mientras que la primera hacía referencia a las creaciones de personas trastornadas, la segunda abarca todas las creaciones hechas al margen de la propia idea de arte, esto es, hechas por personas sin formación artística y sin otra voluntad que la pura expresión personal.

Asomarse a la pura expresión personal de los dibujos de Johnston hiere más que asomarse a la pura expresión personal de sus canciones, que siempre se agarran, o al menos lo intentan, al sol de la melodía. Por mucho que a menudo utilizara una iconografía pop (el citado Capitán América, alienígenas y demonios de serie B, colores vistosos y planos), transmite una infelicidad profunda. Como sucede con frecuencia en el arte marginal en general y en el 'art brut' en particular, la frustración sexual y el peso de la religión tienen una fuerte presencia.

La exposición 'Visiones simbólicas. Una mirada al universo de Daniel Johnston', comisariada por Estela Aparisi e Iñigo Pastor, permitió en el 2012 hacerse una idea de cómo lo pasaba Johnston. La portada del disco 'Fear yourself' ('Témete a ti mismo', 2003) es un resumen: sonriendo al horror.