El reloj no marca todavía las doce del mediodía pero las barras que se han instalado en la plaza del Pilar rebosan una actividad frenética. Un centenar de personas, desde niños hasta los 80 años que tiene la más mayor, hacen estiramientos y calentamiento. Junto a una de las barras, una niña aguarda en quietud absoluta mientras le pintan la raya del ojo. Todo encima de una gran alfombra roja desplegada en la plaza del Pilar (entre las dos puertas) para acoger a más de 150 bailarines. Zaragoza celebró ayer el Día Internacional de la Danza y lo hizo de la única manera en que se puede hacer, bailando en un acto que estuvo presidido por el alcalde de Zaragoza, Pedro Santisteve; y el consejero de Cultura del Ayuntamiento de Zaragoza, Fernando Rivarés, que ejerció, además, como conductor introductor del mismo.

Emilia Baylo, la histórica profesora zaragozana de ballet que se jubiló hace menos de un año, fue la encargada de inaugurar el acto con la lectura del manifiesto por el Día Internacional de la Danza redactado por la bailarina, coreógrafa y maestra egipcia Karima Mansour. «La danza es el lugar donde la cultura se comparte y las fronteras se derrumban en el espacio de la inclusión y la unidad, a través del lenguaje tácito de la universalidad. El cuerpo es un instrumento de expresión, el vehículo de nuestra voz, nuestros pensamientos, sentimientos, historia, de nuestro ser y existencia, de nuestro anhelo de expresar y conectar, que se manifiesta por medio del movimiento», leyó la aragonesa mientras los bailarines acababan su calentamiento en la plaza del Pilar y Alberto Álvarez ocupaba su lugar en el piano.

COLEGIO JULIO VERNE

Fue una especie de pistoletazo de salida para que la danza, si no lo había hecho ya, lo impregnara todo. Fueron los alumnos de cuarto de Primaria del colegio Julio Verne los que estrenaron el tartán con una particular reinterpretación de un cuento infantil a través del baile. Y los aplausos se sucedieron en todos los números interpretados. Hubo tiempo para la danza creativa pero también para la clásica. Esta tomó el protagonismo tras los alumnos del colegio Julio Verne con una muestra de ejercicios básicos ejecutados por alumnas del Centro de Danza Arantxa Argüelles y la Academia de Artes Bailaran, que dio paso a la barra de ballet en la que participaron, dirigidos por la propia Arantxa Argüelles, aproximadamente unos 100 alumnos de las escuelas Academia Foss, Bailaran Art Academy, Centro de Danza Antonio Almenara, Centro de Danza Arantxa Argüelles, Conservatorio Municipal Profesional de Danza, Escuela de Danza Carmen Aldana, y Estudio 12. Y también hubo un hueco para la demostración de que «no hay edad para empezar en la danza ni para acabar» con el Ballet para la Comunidad, un proyecto creado desde el Centro de Danza, dirigido a mayores de 60 años y que, de la mano de Mariola Conde, ayer demostró que solo hay que querer para hacer las cosas. La más mayor del grupo contaba con 80 años.

Todo hasta llegar al tramo final de esta gran gala callejera que vivió un port de brass dirigido por Emilia Baylo.

En total, los zaragozanos pudieron disfrutar ayer de aproximadamente una hora de danza en un acto organizado por el Patronato de las Artes Escénicas y de la Imagen de Zaragoza. 60 minutos de baile «para vivir, para compartir y para sentirse vivo» porque como dice Mansour en su manifiesto, «la danza es sanadora. La danza es donde la humanidad puede encontrarse. Invito a la gente a ir más allá de las fronteras, más allá de la crisis de identidad, más allá del nacionalismo y más allá de las definiciones. Liberémonos de esas limitaciones y encontremos el movimiento y el impulso en ese lenguaje universal. Invito a todos a bailar al ritmo de su corazón, de su verdad interna, porque son esos movimientos internos los que conducen a las revoluciones internas, donde el cambio real tiene lugar».