--¿Qué supone para usted haber ganado el máximo galardón del flamenco?

--Espero que sea un antes y un después en mi carrera. Los que han conseguido la Lámpara Minera han dado un saltito. Así que con gran responsabilidad. El premio no es solo ganarlo sino defenderlo.

--¿Cómo prepara el concierto de hoy en Andorra?

--Voy acompañado de mi hermano Alfredo Lagos a la guitarra. Tengo pensado hacer parte del repertorio que me ha dado el premio y la otra mitad del recital cantaré lo que he venido haciendo siempre. Será muy de corte clásico porque mi manera de cantar es muy clásica.

--¿La carrera del flamenco es como la del minero, de pico y pala?

--(Ríe) La del minero seguro que es más dura. Pero si que es verdad que dependemos del trabajo que va saliendo y siempre tenemos la incertidumbre de si mañana habrá o no pan para casa.

--Paco de Lucía dijo que no tenía miedo a que se perdiera la esencia, ¿usted tampoco?

--Yo no le tengo miedo porque el flamenco, todo el legado que nos han dejado nuestros antecesores, está muy bien documentado. Al que le guste el flamenco sabe muy bien donde están los límites. Por eso tampoco me da ningún miedo las fusiones. El flamenco tiene una cosa y es que cuando se hacen las cosas bien, todo el mundo se da cuenta. Luego, aparte, el flamenco siempre ha sido una mezcla de culturas, así que no tengo ningún temor de que lleguen otras músicas.

--¿Qué línea no hay que cruzar para dejar de ser flamenco?

--No se deja de ser nunca cuando para ti el flamenco es una forma de vida. No se trata tanto de qué haces, sino que el que hace que algo sea flamenco o no es el artista. Por ejemplo, Adela La Chaqueta cantaba rancheras y se consideraban tan flamencas como podían ser unas seguiriyas.

--Entonces, ¿una jota aragonesa mezclada con flamenco es posible?

--De hecho, hay un palo, que es la alegría, que es una jota que se ha ido depurando y convirtiéndose en un palo. El flamenco es como un potaje en el que están ingredientes de muchas culturas. Es uno de los motivos por el que el flamenco cuaja tan bien fuera de España.

--Usted viaja a menudo a actuar a Japón, ¿cómo lo viven allí?

--A Japón le tengo un respeto especial por su cultura milenaria. Y para muchísimos flamencos ir a Japón es una ayuda económica muy importante. Yo llevo 20 años yendo todos los años.

--¿Qué poso queda de sus referentes en su cante?

--Mi cante nace de mi familia donde se escuchaban mucho los cantes de levante. De los viejos, bebo de todos los de mi tierra jerezana y también de Camarón, de Morente, de Manolo Caracol... Me gusta tanto lo que hago que intento escuchar lo máximo que puedo.

--¿El flamenco necesita contar nuevas historias?

--Cada letra del flamenco es una historia en sí. Y cada vez que alguien la interpreta y la reinterpreta, le da su cosita para que parezca una nueva historia.

--¿Cuál es tu meta ahora?

--Nunca me he puesto metas, he ido avanzando con pasito lento. La Lámpara es un escalón más, pero hay que seguir estudiando e intentar que cada vez que me suba a un escenario sea merecedor del premio. Hace unos meses sacamos una disco autoproducido llamado Mi retoque al cante jerezano entre Santiago Lara y yo y espero que la Lámpara le dé un empujoncito.