Después de 22 años, David Trueba ha reunido a los protagonistas de su primera película, La buena vida, Fernando Ramallo y Lucía Jiménez, en Casi 40, que se estrena este viernes. Los tres, junto al oscense Vito Sanz, presentaron ayer la película en el Paraninfo dentro del ciclo La buena estrella. Sin embargo no es una segunda parte porque «esa palabra no entra en mi lenguaje. Una película tiene que tener potencia autónoma si no no funciona».

Ella es una cantante que ha abandonado su carrera y él trabaja de comercial y prepara el reencuentro «con ideas sentimentales», reconoció Trueba. La cinta reflexiona sobre los ideales, la vocación, los planes... «Es una película nostálgica y antinostálgica», señaló Trueba, porque el personaje de Fernando cree que «cualquier tiempo pasado fue mejor»; mientras que el de Lucía «busca un presente satisfactorio».

En este tiempo, David Trueba no ha cambiado mucho, según Ramallo, porque «nos dijo que trabajáramos como si fuera la primera película», aunque dijo que ahora es «más valiente». Ramallo ha trabajado en teatro, de repartidor, de masajista... pero poco en el cine porque «parece que en los cástings se mira ahora los seguidores de instagram». Aún así, «no creo que su situación cambie». Jiménez definió a Trueba como «magnético», y «un ejemplo de libertad» en cuanto al trabajo.

En los 40, los personajes se encuentran en una «encrucijada vital», según el director, algo que también sucede en la sociedad, y es que en el arte, el cine y la música «ha desaparecido la clase media». Ahora o vendes un millón de discos o nada y eso hace que «crezcan las desigualdades», que «estén a los que les va bien y a los que les va mal» y entre ellos «no puede haber una relación sana».