Sus obras se exponen en el Moma de Nueva York, el Lacma de Los Ángeles o la National Gallery of Art de Washington, y también en Zaragoza. La última vez la capital aragonesa disfrutó del arte de Teo González (Quinto, 1964) fue en el año 2004 en el Museo Pablo Serrano. 13 años después, sus obras vuelven a su tierra natal gracias a la sala de exposiciones La casa amarilla (Pº de Sagasta), que acoge hasta el próximo 10 de febrero Arch drawin, que presenta obras de la serie Plains, Hills and Dales (Llanuras, colinas y valles). Títulos que, desde una intensa investigación fenomenológica de la percepción, dan entrada a la referencialidad de lo natural en el núcleo de la abstracción.

-Han pasado 13 años desde su última exposición en Aragón. ¿Qué supone para usted presentar su trabajo en su tierra natal?

-Me hace una ilusión tremenda. Primero, porque tengo aquí familia y amigos, y por mucho que estén al día con respecto a mi trabajo nada es comparable a ver en persona una exposición. Y segundo, me hace ilusión por exponer en La casa amarilla, un proyecto espectacular que me hace pensar en las tertulias de los cafés de hace cien años pero llevado a cabo en la era internet. Casi diría que llevado a cabo pese a la era internet.

-Las obras que presenta en su exposición pertenecen a la colección ‘Plains, Hills and Dales’, en la cual la naturaleza tiene un gran peso dentro de la abstracción.

-Siempre me ha interesado emparejar ideas que en principio parecen opuestas, en este caso el postminimalismo y la pintura de paisaje. Comencé a producir piezas cuyo fondo tenía al horizonte como protagonista y cuyo primer plano consistía en mi típica estructura de círculos y puntos, el verdadero reto fue darle protagonismo a ese primer plano.

-Estas obras están además acompañadas por el poema ‘Trece maneras de mirar un mirlo’, de Wallace Stevens. ¿Por qué decidió acompañar estas obras de este texto?

-Me llamó mucho la primera sección del poema: «Entre veinte montañas nevadas, lo único que se movía era el ojo del mirlo». Siempre he pensado que es muy difícil, por no decir imposible, que el autor y el espectador de una obra coincidan en el significado que esta tiene para cada uno de ellos. Para mí, esta sección de este poema pone en palabras mi estado de ánimo como creador y como espectador de mi trabajo, manteniendo una distancia pero con un cierto apego, analizando pero sin enjuiciar, tomando decisiones pero sin favoritismo.

-Tengo entendido que las obras guardan algún tipo de relación con la obra de Piero della Francesca ‘El bautismo de Cristo’. ¿Podría explicarme con sus propias palabras en qué consiste dicho paralelismo?

-Más que un paralelismo, yo lo calificaría como una evolución o una reinterpretación. Della Francesca enmarcó su obra en un arco, y del mismo modo el arco también marca la composición en mi trabajo, pero lo hace desde dentro de las piezas, y en lugar de ordenar los elementos de la pintura debe amoldarse a sus márgenes. Dicho paralelismo, entonces, es un intento de mostrar diferentes usos para idénticas herramientas a través de los siglos. Quería hacer bidimendonal un elemento arquitectónico.

-¿Existe una gran diferencia entre la concepción de la abstracción aquí en Europa y allá en Estados Unidos, donde reside desde hace años?

-Antes sí la había. Donal Judd incluso se jactaba de ello y detestaba el arte europeo. Ahora, supongo que también la hay, pero no puedo decir que la reconozca. Hace unos años estaba trabajando en una exposición y mandé una serie de imágenes al galerista para cambiar impresiones sobre la línea a seguir. Su respuesta fue: «Teo, este trabajo es muy europeo». A día de hoy, aun no se qué quería decir con aquello. Ahora con internet uno tiene suerte si acaba una pieza sin que un antípoda la replique veinte minutos después.