La manera más rápida de definir Todos los días son lunes en Diwaniyah sería decir que se trata de un diario de guerra poético. No obstante, merece la pena detenerse en cada uno de los elementos de esa definición para comprobar cómo, combinados de la mejor forma posible, su autor José Malvís ha construido un poemario que mereció el Premio Internacional de Literatura Antonio Machado en Collioure del pasado año.

Los poemas son efectivamente como entradas de un diario, en las que el autor va dejando constancia de sus quehaceres y pensamientos cotidianos, que aparecen fielmente reflejados en las pinceladas de detalles que son sus versos. Pero es que el contexto desde el que escribe el poeta es muy particular: el Irak de 2003, con un contingente militar español desplegado en misión de paz pero siempre con la amenazante sombra de la guerra sobrevolando por encima.

Las referencias que José Malvís va introduciendo en los poemas evidencian que el autor ha sido testigo directo de lo que cuenta y describe. Y ahí entra la tercera parte de la definición antes propuesta: el sesgo poético que les imprime. La guerra es siempre un argumento duro, a pesar de las muchas idealizaciones literarias; los versos de Todos los días son lunes en Diwaniyah también lo son en ocasiones, pero tamizados por el estilo poético de Malvís, a quien le gusta combinar la contundencia de su palabra con una mirada armada a partes iguales por lucidez y delicadeza. También destaca el sentido sentencioso, en el que el autor nunca esconde su punto de vista.

Una vez más, y como ya sucedía con el anterior libro de José Malvís, La selva en un Cubo de Rubik, no puede obviarse el trabajo de la editorial Zoográfico, cuya edición resalta todavía más esos escenarios iraquíes evocados por el autor con un ojo crítico a la vez lleno de contenida indignación, pero también humanidad.

TODOS LOS DÍAS SON LUNES EN DIWANIYAH

José Malvís