No ha sido un Día del libro normal. Evidentemente por la fecha (aunque como decía un librero bromeando el otro día, eso favorecía que no lloviera como tradicionalmente sucede) ni por las ventas (es difícil competir con una fecha que ocupa el paseo Independencia en festivo) pero la sensación de prácticamente todos los libreros hoy es de satisfacción. La gente ha vuelto a responder a la llamada de las librerías e incluso las colas han sido una tónica habitual a lo largo de la jornada en algunos establecimientos como la librería Cálamo.

«No hemos parado desde primera hora de la mañana -comentaba precisamente Paco Goyanes-. Está siendo un día extraordinario», aseguraba en un pequeño parón muy rápido antes de volver al trabajo: «Yo estaba muy seguro de que la gente iba a responder, ¿eh?_No tenía ninguna duda. Si algo nos ha traído esta pandemia y el confinamiento es que se ha despertado una simpatía muy fuerte hacia las librerías independientes».

Algo que el vicepresidente de Copeli, César Muñío, de la librería París, refrendaba punto por punto: «Aún nos queda el tramo final de la tarde que debería ser el más fuerte pero ya te puedo decir que está siendo una maravilla de día. Esté yendo muy bien de ventas y tenemos esperanzas de que acabe todavía mejor», decía Muñío, mientras le indicaba a un cliente que «esperara un minuto». «Nos alegra mucho que la gente esté volviendo la mirada hacia la tienda tradicional y luego hay otro aspecto que no está poniendo muy contentos, el incremento del público joven», decía César Muñío. Algo muy importante para el sector: «Es un espectro de la población que no era muy habitual en el comercio de barrio y que hayan entrado ahora nos llena de optimismo porque van a darse cuenta que les tratamos bien y van a querer volver. Además, si se introducen en el mundo de la lectura es más lectores que hemos logrado atraer a este mundo», aseveraba con satisfacción César Muñío.

También tuvo un día diferente La pantera rossa, una de las pocas que había apostado por mantener las firmas presenciales, con Juanerete y David Tapia primero y con Herminio Lafoz a continuación.

Otro de los aspectos que ha tenido también bastante éxito en un Día del libro tan atípico como el que se ha celebrado fue lo que se han denominado «firmas en diferido». El lector compraba un ejemplar de un libro y lo dejaba en la librería para que se lo firmara el autor: «Es una manera de hacerlo seguro», comentaba Paco Goyanes, quien destacaba también que «este año no ha habido un libro que haya destacado sobre los demás» cuando se le preguntaba por los más vendidos del día: «Ha dependido mucho, ha sido algo muy variado, novelas veraniegas, el de Woody Allen, el de Sergio del Molino, mucha novela negra... y nuestras recomendaciones, claro...». Una vez más, el sector del libro ha demostrado ser «duro y resistente».