Sesenta años después del «día que murió la música», tal y como lo describió Don McLean en su famosa canción American Pie, los fans del rock and roll todavía recuerdan a los pioneros Buddy Holly, Ritchie Valens y The Big Bopper, que murieron en un accidente de avioneta en plena gira.

El 3 de febrero de 1959, la pequeña ciudad de Mason City en Iowa (EEUU) se convirtió, sin desearlo, en un lugar maldito para el rock. Desde el aeropuerto de Mason City había despegado de madrugada una pequeña avioneta en la que Buddy Holly, Ritchie Valens y The Big Bopper pretendían salvar los casi 600 kilómetros que separaban su concierto en Clear View (Iowa), del 2 de febrero, con el de Moorhead (Minesota), del día siguiente.

Dos integrantes de la banda de Holly, Tommy Alsup y Waylon Jennings, cedieron sus asientos a Valens y The Big Bopper, con lo que así evitaron, por un macabro giro del azar, morir entre los restos de esa avioneta que se estrelló a menos de diez kilómetros del aeropuerto por los errores del piloto y el mal tiempo.

El siniestro causó una gran conmoción en la época, como si fuera el fin del rock and roll, aunque este estilo musical que apelaba a la juventud, la excitación y el desenfreno demostraría, en realidad, tener más vidas que un gato.

De los tres músicos fallecidos (también murió el piloto) fue The Big Bopper, cuyo nombre real era Jiles Perry Richardson, quien menos huella dejó en las generaciones posteriores, más allá de algunas canciones con eco como Chantilly Lace.

PIONERO DEL ROCK HISPANO

El destino fue especialmente cruel con Richard Valenzuela, más conocido como Ritchie Valens, ya que en el momento de su muerte solo tenía 17 años. Nacido en la periferia de Los Ángeles (EEUU), este primer aventurero del rock hispano combinó su pasión por roqueros como Little Richard con los sonidos de sus orígenes mexicanos, una mezcla muy propia de los chicanos y que sería una seña de identidad en el este de la ciudad californiana.

El mejor ejemplo de su estilo fue La bamba, un son jarocho tradicional que, pasado por el novedoso filtro del rock y con un toque de chachachá, dio a Valens su primer éxito.

Aunque tuvo otras canciones populares como Donna, La bamba fue el gran legado de Valens, especialmente gracias a la película homónima de 1987 que narraba la vida del malogrado músico y que contó con una versión del tema a cargo de Los Lobos.

Por encima incluso de Valens quedó el mito de Buddy Holly, uno de los músicos más prometedores e inimitables de aquella primera hornada del rock and roll en la década de los años 50.

Con gafas, aire despistado y pintas de empollón, el músico nacido en Texas como Charles Hardin Holley brilló con luz propia gracias a un rock sensible y emotivo, sin perder la frescura, que le alejaban de la sexualidad y el ardor de compañeros como Elvis Presley o Chuck Berry.

Aplicando con mucho encanto las enseñanzas del country de su tierra al rock and roll, Holly publicó en 1957 su primer disco junto al grupo The Crickets, titulado The ‘Chirping’ Crickets, que contenía perlas de amor y desamor juvenil como That’ll Be the Day o Oh, Boy!.

Buddy Holly aún tendría tiempo de editar un par de discos más en solitario y de lanzar canciones como Peggy Sue, pero aquella ya tristemente famosa avioneta truncó la carrera de un artista que, por ejemplo, fue referencia indispensable de The Beatles.