En 1876 El Diario de Zaragoza informó de que algunos de los más destacados pintores escenógrafos de la época se encontraban en la ciudad realizando decorados para el Teatro Principal: «Telón de boca, por D. Marcelino Unceta. Embocadura, contra-embocadura, salón con galería, gruta (nuevas), salón árabe y salas de Luis XV y moderna (restauradas), por D. Mariano Pescador. Selva corta y calle corta, por D. Francisco Soler y Rovirosa. Jardín, selva, calle, templo, salón regio y marina (a todo teatro), por los señores Busato, Bonardi y Valls. Sala blanca cerrada y abierta, salón del renacimiento, otro Luis XV y sala moderna, por D. Ireneo Mercadal».

La noticia ha sido mencionada por Manuel García Guatas y Amparo Martínez Herranz en sus investigaciones, a las que remitimos. Merece la pena conocer algo más sobre los artistas nombrados. En 1856 el Teatro Real de Madrid contrató al escenógrafo italiano Augusto Ferri que llegó con Giorgio Bussato -españolizado Jorge Busato- y Bernardo Bonardi, y juntos crearon la empresa Ferri, Busato y Bonardi con taller en Atocha, en el que trabajaron dos aragoneses: Félix Lafuente, desde 1884, y dos años más tarde el joven Francisco Pradilla, con la experiencia adquirida en el taller de Mariano Pescador en Zaragoza.

El ‘estilo italiano’

Cuando Ferri regresó a Italia, Busato y Bonardi se unieron a otros pintores como Pedro Valls. El estilo italiano gozó de tal éxito que realizaron encargos para la mayoría de los teatros españoles; también decoraron establecimientos como el famoso Café de Fornos en Madrid. Entre los pintores escenógrafos de aquel tiempo destacó el catalán Francesc Soler Rovirosa, representante de la línea francesa que pronto derivó en un estilo personal e inconfundible con grandes hallazgos, como la decisión de oscurecer la sala para aumentar la dimensión espacial. Mariano Pescador, el más importante pintor escenógrafo aragonés, fue contratado por el Ayuntamiento de Zaragoza para realizar decorados de dramas y comedias de magia que se representaron en el Teatro Principal durante las temporadas 1837-1839, y 1843-1845; en 1850 regaló uno de los telones de boca que más gustó al público: Vista de Zaragoza desde el otro lado del Ebro. Uno de sus colaboradores fue Ireneo Mercadal, que en 1871 realizó varios decorados para el Principal. Y Marcelino Unceta quien, pese a su falta de experiencia escenográfica, recibió el encargo de pintar el telón de boca que sustituiría al de Mariano Pescador.

Señala García Guatas el importante papel que Agustín Peiró pudo desempeñar en la renovación de los decorados del Teatro Principal. Peiró fue alumno durante un breve tiempo de Mariano Pescador en la Escuela de Bellas Artes de Zaragoza y compañero de Alejo Pescador y Marcelino Unceta, estudió en Madrid con el famoso escenógrafo Francisco Aranda que había trabajado en Zaragoza en los años treinta del siglo XIX, destacó como periodista en El Diario de Zaragoza y en diferentes diarios y revistas, además de ser entusiasta y gran conocedor del teatro.

Quizás se deba a Peiró el programa iconográfico del telón de Unceta cuya composición se inspiró en la del telón de Bonardi, Busato y Valls para el Teatro de la Comedia de Madrid (1875); con referencias también a uno de los plafones del techo del Teatro de la Zarzuela de Madrid, obra de Manuel Castellano y Francisco Tomé (1873). Unceta, que pudo pintar el telón con ayuda de Pescador, situó la acción en un escenario a modo de pórtico con columnas que evoca el templo de la Gloria o de la Fama, acompañada de la Tragedia y de la Comedia. A ambos lados de las tres figuras principales, como en los modelos de referencia, Unceta situó en las escalinatas a dos grupos de personajes que Luis Ximénez de Embún identificaría en 1945. En el de la Tragedia, a nuestra izquierda, dispuso a trece dramaturgos de los siglos XV al XIX: Garcilaso de la Vega, Cervantes, Lope de Vega, Ruiz de Alarcón, Tirso de Molina, Calderón de la Barca, Agustín Moreto, Sor Juana Inés de la Cruz, Fernández de Moratín, Duque de Rivas, Bretón de los Herreros, Ventura de la Vega, Gertrudis Gómez de Avellaneda. En una de las últimas restauraciones del telón apareció, entre Ventura de la Vega y Cervantes, el rastro borrado de una figura que, opina García Guatas, podría ser la del dramaturgo y poeta aragonés Marcos Zapata, autor del drama histórico La capilla de Lanuza, o quizás el propio Unceta. En todo caso, anotaron los responsables de la empresa Restauro, la decisión de borrarlo fue del pintor.

En el lado de la Tragedia, a la derecha del público, Unceta pintó a catorce actores y actrices cuyas trayectorias estaban vinculadas de uno u otro modo, más allá de su indudable representatividad en la escena teatral del momento. Es aquí donde el asesoramiento de una persona conocedora del teatro se descubre imprescindible y no solo en la elección de los personajes sino también en la búsqueda de imágenes para pintarlos en el telón. La presencia de Lope de Rueda, dramaturgo del siglo XVI, precursor del Siglo de Oro del teatro en España y uno de los primeros actores profesionales, introduce un encuentro en el que se dan cita María del Rosario Fernández, la Tirana, la actriz más reclamada especializada en personajes de tragedias clásicas francesas que Goya retrató en dos ocasiones. Isidoro Maíquez, el gran actor de la escena española además de escritor, director y maestro de teatro, mentor de Carlos Latorre, otro de los grandes, figura con José García Luna y Pedro González y, sobre todo, con su alumno Julián Romea Yanguas, tío del zaragozano Julián Romea Parra. No queda claro a cual de ellos pintó Unceta.

Romea Yanguas, Matilde Díez...

Más importante fue Romea Yanguas, como actor y escritor de Manual de declamación, que en 1836 se casó con la gran actriz Matilde Díez, también representada en el telón, con quien se formó Romea Parra. En el grupo encontramos a Joaquín Arjona que en 1856-1858 se asoció con Romea Yanguas. Y a la zaragozana Teodora Lamadrid que en 1832 se trasladó a Madrid con su hermana Bárbara para trabajar en la compañía de Juan Grimaldi. Teodora Lamadrid fue tan celebrada como Matilde Díez. En 1829 el actor, autor y empresario zaragozano Juan Lombía debutó en el Teatro de la Cruz que gestionó a partir de 1841; en 1845 publicó el ensayo El teatro: proyecto de construcción de un primer teatro, llamado Español o Nacional que el Gobierno rechazó aunque años después lo puso en práctica.

El actor José María Dardalla, que levantaba uno de los lados de la cortina en el telón del Teatro de la Comedia de Madrid, acude a la reunión en el de Unceta, a la que también asisten Antonio Guzmán, actor de comedia, y Emilio Mario, actor, director de escena, empresario teatral, atento a las corrientes más actuales de su tiempo que le convirtieron en artífice de la renovación de la escena. El 29 de septiembre de 1877 se levantó el telón de Unceta, uno de los más antiguos que se conservan en España. Desde entonces ha sido testigo de la historia del teatro en Zaragoza. Seguirá siéndolo cuando regresemos.