«¿Pero de verdad estamos en Huesca? Esta es la pregunta que se hacían anoche propios y extraños al extender la mirada por la amplia y lujosa sala del teatro Olimpia; porque en realidad es un teatro que lo quisieran para sí muchas, muchísimas capitales de primer orden» (El Diario de Huesca, 9 junio 1925). Habían pasado ocho años desde que, en abril de 1917, la ciudad de Huesca se hizo eco del rumor que anunciaba la construcción de un teatro-cine a iniciativa de Antonio Pié, uno de los banqueros de la ciudad. El rumor lo confirmó el propio Pié en una entrevista en prensa. Su idea era construirlo en el Coso Alto, en los inmuebles números 44 y 46, de su propiedad, y en el 48, que acababa de comprar. Justo enfrente de donde se situó el pabellón estable El Palacio de la Luz de Ángel Pardo, activo hasta abril de 1915 cuando cerró para realizar las reformas que el ayuntamiento le exigía.

Construcción del Olimpia, en 1924.

Molestias del pabellón

La firma de Antonio Pié figura entre quienes denunciaron las molestias que ocasionaba el pabellón: ruidos, malos olores, riesgo de incendio..., además de los peligros morales que pudieran derivarse de los espectáculos. Las 48 firmas en contra se impusieron a las 340 que reclamaban el cine en sus ratos de ocio, por lo que Ángel Pardo desistió de hacer reformas y optó por cerrar. A los aficionados al cine en Huesca les quedaba la posibilidad de disfrutar de las sesiones que de forma asidua se proyectaron en el Teatro Principal, a partir de 1915. De todos modos, la noticia de un nuevo teatro-cine en la ciudad fue recibida con entusiasmo. Antonio Pié estaba acostumbrado a gestionar de una manera rápida e inmediata: en agosto solicitó permiso al Ayuntamiento para demoler los inmuebles, y en octubre todo estaba preparado para empezar las obras; mientras tanto pidió todo tipo de presupuestos, encargó las butacas, compró la máquina de proyectar, una Gaumont Serie VII llegada de París, y en octubre de 1717 presentó el proyecto arquitectónico de Francisco Lamolla, que le convenció más que los solicitados a Roberto García-Ochoa y Teodoro Ríos. El 24 de noviembre obtuvo la licencia municipal pero la imposibilidad de conseguir la suficiente cantidad de hierro para la estructura del edificio a unos precios razonables, debido a la Gran Guerra, le aconsejaron abandonar un proyecto que retomaría en 1919, sin éxito.

Prueba de carga.

En 1923 Antonio Pié consideró que las circunstancias habían cambiado y que, por tanto, era posible replantear su proyecto. Y volvió a empezar. Confió los planos al ingeniero Agustín Loscertales Sopena, que firmaron los arquitectos Bruno Farina y Enrique Vicenti. Las obras comenzaron a finales de enero de 1924. Del proceso de construcción da testimonio el reportaje fotográfico de Ildefonso San Agustín que se conserva en la colección de Josefa Susín Pié. Instruido por Antonio de Padua Tramullas, Ildefonso San Agustín se convirtió en el primer operador del Olimpia, que ese fue el nombre elegido por Antonio Pié.

Clasicismo en el interior

El estilo clasicista de la fachada se incorporó también en determinados elementos del interior junto a otros de gusto barroco y otros de estética decó, como la enorme lámpara que ocupaba el centro del techo, realizada en los talleres Quintana de Zaragoza. En mayo de 1925 finalizaron las obras.

Tras varias proyecciones de películas, y la representación de La Bohème por la Compañía y Orquesta del Teatro Real de Madrid, el 8 de junio, el Olimpia se inauguró oficialmente al 9 de junio con la actuación de Fleta en el papel del duque de Mantua en Rigoletto. «¿No es por ventura este teatro, el Partenón de Huesca en la Acrópolis del Coso?», admitía con su pregunta entusiasta Félix Idoipe en La Tierra, tras asistir al estreno de La Bohème de Puccini. Y sobre la esperada actuación de Fleta, dejó testimonio escrito del fervor de un público entusiasmado. «Al final, sale de todos los pechos un ruego; es un exhorto babélico e incomprensible hecho de cien peticiones a una; y el paisano, que se olvida de su trono, desciende hasta la popularidad diciendo: ¿Qué queréis que os cante?». Siguieron grandes citas de teatro y cine cuyas proyecciones a partir de 1930 incorporaron el sistema sonoro. No faltaron dificultades y quebrantos económicos. Los bombardeos del 18 de junio de 1937 obligaron a cerrar el Olimpia tras sufrir graves desperfectos. Siguieron sucesivas reformas en el tiempo. La última del arquitecto Eduardo Coello, en 2003, por encargo de la Fundación Pié Sopena.

Interior del Olimpia de Huesca en 1925.

En 2008, con motivo de la inauguración del teatro, Ramón Lasaosa escribió la historia del Olimpia, a la que remito, en el proyecto expositivo y editorial que firmamos conjuntamente. En aquella ocasión dedicamos el catálogo a Pepe Escriche. «Contagiados de su fervor por Huesca y por el cine». Aquel relato, del que este visor apenas es un breve apunte, está dedicado a Javier Brun. «Contagiados de su fervor por Huesca y por el teatro».