Ridley Scott nunca ha tenido un respeto especial por los textos sagrados, ni siquiera por los que firmó el mismo --actualmente, sin ir más lejos, el británico trabaja en la producción de Blade Runner 2--, así que no es extraño que su nueva película, Exodus: dioses y reyes, ya haya sido acusada de malinterpretar la Biblia y tachada de racista y hasta de blasfema. En su disculpa hay que decir que, frente a cualquier película basada en ese libro, siempre habrá quien encuentre motivos para ofenderse.

La película cuenta la historia de Moisés (Christian Bale), elegido por Dios para liberar a 600.000 hebreos de la esclavitud y conducirlo hacia la Tierra Prometida. Scott lo retrata como un patricio egipcio que descubre su verdadera identidad --en realidad es hebreo-- y como resultado es condenado al exilio por su hermano adoptado, el faraón Ramsés (Joel Edgerton), pese a que, según la Biblia, en realidad Moisés huyó del reino tras ser condenado a muerte por matar a un egipcio.

Asimismo, no hay testimonios bíblicos ni mucho menos arqueológicos que demuestren no solo que Moisés y Ramsés fueran hermanos, sino incluso que Ramsés fuera el faraón de Egipto cuando el Éxodo tuvo lugar --esa es, eso sí, la versión oficial de Hollywood, como demuestran Los Diez Mandamientos (1956) o El príncipe de Egipto (1998)--. En realidad, ni la existencia de Moisés ni la del Éxodo mismo están probadas, pero ese es otro tema.

¿Una lesión cerebral?

Tras dirigir El reino de los cielos (2005), su epopeya sobre las Cruzadas, Scott declaró: "He visto demasiada religión en los ojos de los asesinos". Se define como ateo, y es posible que ni imaginara que su decisión de retratar a Dios como un petulante niño de 11 años pudiera ser considerada una blasfemia por distintos grupos cristianos, pero así ha sido. Su ateísmo, en todo caso, recubre de ambigüedad la película. En ella, no queda claro si Moisés está realmente en contacto con Dios o si simplemente sufre alucinaciones derivadas de una lesión cerebral y, para acentuar las dudas, el filme ofrece explicaciones más racionales que supernaturales a fenómenos como la célebre partición de las aguas.

Ya que hablamos de Moisés, recordemos que hace unas semanas Bale describió a su personaje como "bárbaro" y "esquizofrénico". Eso tampoco ha gustado.

Ahora bien, el mayor motivo de cabreo que Exodus ha dado a los puristas es su decisión de recurrir a actores anglosajones para dar vida a los protagonistas del relato, y echar mano luego de maquillaje para oscurecerles la piel. Scott se ha defendido atribuyendo la decisión a la necesidad de atraer inversores: "Si hubiera dicho que mi protagonista es un tal Mohammed, nadie me habría financiado".

Quizá no haga falta aclarar que al director estas críticas le resbalan. La Biblia como fuente de inspiración le interesa porque le ofrece inmensas oportunidades para escenificar vistosas y ruidosas coreografías de acción y efectos digitales. Tanto es así que su larguísima agenda de proyectos como productor incluye otras dos películas basadas en el libro sagrado: una tratará sobre el rey David --sí, el que derribó a Goliat de una pedrada--; la otra será algo así como un remake de La pasión de Cristo (2004). Que Dios le pille confesado.