Un enorme mar, grande y azul, como debería ser el Mediterráneo, recibía, con los dioses griegos en su orilla a los espectadores que se encontraban con esa imagen al entrar al patio del antiguo cuartel Palafox de Zaragoza ayer por la tarde. Dentro, el mar Mediterráneo desfragmentado en diferentes disciplinas artísticas dentro de la cuarta edición de Palafox a escena, la muestra de alumnos de las diferentes escuelas artísticas y conservatorios de música municipales.

Tras la perplejidad en la cara de algunos de los que entraban en el patio, la música empezó a sonar en el escenario del fondo de la plaza (había habilitados hasta tres espacios donde se iban a suceder los espectáculos). Hasta allí se habían desplazado los dioses griegos arropados por una potente banda de música (sección de metales incluida) al mismo tiempo que el propio mar empezaba a hablar y a reprochar a los humanos cuánto le habían maltratado. Entre el público, un miembro de Médicos sin fronteras buscaba con sus prismáticos un posible naufragio en una clara alusión al día a día en los últimos tiempos... Al mismo tiempo, tres actores sorprendían al público para retratarlos vía selfi ayudando a animar una tarde bastante desapacible (el viento hizo acto de presencia con fuerza aunque eso hizo que la lluvia respetara) que, sin embargo, atrajo a un buen número de público. Para la ocasión, los centros habían habilitado una barra con bocadillos y bebidas e incluso habían montado una pequeña terraza así que no faltaba casi de nada para que la velada fuera festiva.

Ambiente familiar

Menos aún cuando sobre el escenario, la banda empezó a tocar la canción Mediterráneo de Joan Manuel Serrat que provocó los primeros movimientos en forma de baile de parte del público, mayoritariamente familiar. Fue el punto de partida de un espectáculo multidisciplinar de cinco horas de duración en el que el mar que baña buena parte de Europa fue el absoluto protagonista. Tanto de la música, con la inspiración de canciones como la de Serrat, como en la danza y en las propias artes escénicas dioses griegos mediante.

Una gran producción (estuvieron involucradas cerca de 30 personas únicamente en la parte técnica) en la que actuaron más de 150 alumnos y más de 30 docentes que sirvió para demostrar el empuje y el buen hacer de los centros municipales de enseñanzas artísticas.

«Solemos venir todos los años porque vivimos aquí al lado y bajamos con los críos y nos tomamos algo aquí tranquilamente en la terraza», comentaba Javier Araus. A su lado, un par de niños trataban de mirar qué se escondía detrás de las estatuas griegas aunque su madre les estaba explicando que en realidad el suelo era azul porque representaba el mar. Poco les duraba la atención a los más pequeñas ya que enseguida arrancaban a correr en cuanto escuchaban música. En el escenario principal, un bandurrista acompañaba a la vocalista que abordaba un tema de jazz mientras que en el interior de la Escuela de Teatro un grupo de ocho artistas se preparaban para salir al escenario calentando el cuerpo. A buena parte del público se le escapaba una mirada furtiva y expectante ante su presencia.

Una escena que se fue repitiendo a lo largo de los 300 minutos en los que se prolongó esta jornada festival final de curso. Hubo tiempo para los tambores, para los vestidos más inimaginables, para la complicidad con los espectadores... Zaragoza tiene mucho futuro artístico y Palafox es testigo.