No vamos a reivindicar ahora como un director personal a John G. Avildsen, fallecido ayer en Los Ángeles a los 81 años, a consecuencia de un cáncer de páncreas. Pero conviene recordar que detrás de Sylvester Stallone, guionista y protagonista de Rocky (1976), estuvo Avildsen para darle solidez a este oscarizado canto sobre el triunfo personal y el mito de América como tierra de las grandes oportunidades.

Avildsen pasará sin duda a la historia por haber dirigido las primeras andanzas del púgil Rocky Balboa y darle una dimensión mucho más popular a la variante genérica de los relatos de boxeo, de excelente tradición en claroscuro moral en el cine clásico de Hollywood. Aquella película se alzó con tres Oscar, los de mejor filme, director y montaje. A nivel individual, Avildsen se llevó la estatuilla a casa, pero Stallone no ganó en las categorías en las que estaba nominado, mejor actor principal y guionista. Poco importó, porque la trayectoria de Stallone fue a partir de ese momento mucho más meteórica que la de Avildsen.

Aún así, este se encargó de Rocky V (1990), que supuso un punto de inflexión cuando Stallone se dio cuenta de que su semblante tosco y sus músculos ya no eran suficientes para mantener el tirón. Entonces volvió a confiar en Avildsen para que le filmara en una historia diferente de fracaso y redención. En este filme, Rocky se ha retirado del boxeo y está arruinado, pero entiende que la única forma de superación está en un nuevo boxeador al que acaba entrenando y convirtiendo en campeón, por supuesto. Transmisión de conocimiento, el triunfo por delegación.

A Avildsen nunca le importó realizar varias películas sobre un mismo personaje. Era el caso típico de cineasta con oficio que brinda sus conocimientos a los proyectos que le encargan. El concepto que antes se tenía en Hollywood de un eficiente y cumplidor artesano que no genera demasiados problemas ni controversias. Hizo dos entregas de la serie Rocky y tres de su otra franquicia, la del personaje Karate Kid, cuyo primer jalón, Karate Kid, el momento de la verdad (1984), siguió afianzándole como un cineasta dotado para el éxito comercial inmediato.

Pero no toda la historia tras la cámara de Avildsen se escribe alrededor del boxeador Rocky Balboa y el experto en artes marciales Daniel Larusso (Ralph Macchio) y su maestro Miyagi (Pat Morita) de la saga Karate Kid. Particularmente interesante resulta Salvad al tigre (1973), drama cotidiano sobre la crisis de un ciudadano de clase media por el que su protagonista, Jack Lemmon, consiguió el Oscar que nunca obtuvo a las órdenes de su director preferido, Billy Wilder. Para los actores masculinos, en la primera mitad de los 70, trabajar con Avildsen era casi sinónimo de ganar el Oscar (Lemmon, Stallone) o de estar nominado (Morita).

Dramas y comedias

Salvad al tigre era el séptimo largometraje de Avildsen. Antes había realizado dramas y comedias de escasa repercusión con la salvedad de Joe, ciudadano americano (1970), filme centrado en el enfrentamiento entre un hombre de negocios (Peter Boyle) y el traficante de droga que mantiene relaciones con su hija. La película se estrenó tarde y mal en España.

Filmar los primeros avatares, conflictos personales, entrenamientos y combates de Rocky Balboa antes de que el boxeador corriera por la ciudad al ritmo de Eye of the tiger (eso ocurrió en la tercera entrega), le reportó a Avildsen un impecable estatus de eficiencia para cualquier género. Rodó a continuación un thriller con trasfondo nazi interpretado por George C. Scott y Marlon Brando (La fórmula, 1980), una comedia al servicio de los blues brothers Belushi & Aykroyd (Mis locos vecinos, 1981), las entregas de Karate Kid y algunas comedias sin tanta repercusión. Su último trabajo fue Van Damme’s inferno (1999), en el que lidió con otra estrella musculosa como Jean-Claude van Damme y con el remontaje de los productores: acabó firmándola con el seudónimo de Danny Mulron.