Francisco Boix es conocido como el fotógrafo de Mauthausen aunque en el campo su gran trabajo era revelarlas. Tenía el privilegio (no elegido ni deseado, por supuesto) de ayudar al comandante Ricken, un perverso esteta nazi al que le complace fotografiar el horror del exterminio. A Ricken no le importaba mover los cuerpos de los fallecidos o situarlos en un lugar o en otro «para que la luz compusiera una mejor fotografía». Boix tuvo claro desde muy pronto que era un testimonio imprescindible para que el mundo conociera la barbarie que estaban cometiendo los nazis en el campo de concentración de Mauthausen donde estaban encerrados miles de españoles. Salva Rubio, Pedro J. Colombo, Aintzane Landa han convertido esta experiencia en el cómic El fotógrafo de Mauthausen (Norma Editorial) que ayer el primero (guionista de la publicación) presentó en el Teatro Principal de Zaragoza acompañado de Juan M. Calvo Gascón, de Amical de Mauthausen; y Enrique Gómez Arnas, de la Asociación Recuperación de Memoria Histórica de Aragón en un acto enmarcado dentro del ciclo La imagen de la memoria que se celebra estos días en la capital aragonesa.

EL FÚTBOL, CLAVE / Tanto Calvo como Rubio recordaron como se consiguieron sacar las fotografías del campo, «algo posible gracias a la resistencia que existía fuera y a su capacidad de supervivencia», que permitieron, además, de reflejar la barbarie del campo de concentración, condenar a muchos mandos nazis que no pudieron negar que sabían lo que estaba pasando.

Calvo incidió en que fue «gracias al fútbol que se consiguieron sacar las imágenes delante de los propios guardias». Y es que, «aunque había momentos muy duros dentro del campo de concentración, siempre quedaba el espíritu de rebeldía que era montar sus propios cabarets o partidos de fútbol», señaló Calvo, que también contó un buen número de historias sobre aragoneses en el campo y cómo se creó una organización de resistencia que «fue la que permitió que muchos subsistieran aún cuando hubo que tomar en momentos decisiones difíciles como dejar de dar de comer a moribundos para entregarle la comida a los que realmente tenían capacidad para poder sobrevivir en una decisión en la que entraban en juego muchos aspectos como la moralidad o la dignidad».

Para la publicación de esta novela gráfica, que está a la espera de que salga una nueva tiradaa tras agotarse la primera edición, Salva Rubio ha tenido que realizar un exhaustivo trabajo de documentación en el que quiso detenerse en la figura de Francisco Boix (cuya madre era fragatina) y es, a raíz de su vida, como cuenta todo lo que sucedió en Mauthausen y buena parte de las atrocidades que allí se cometerion.

Todos los intervinientes en el acto de ayer afirmaron que «es muy necesario» que salgan este tipo de obras al mercado porque «llegará un día» en el que ya no habrá superviviente de Mauthausen y si no se cuenta y se ayuda a la memoria todo puede quedar «en una nebulosa» que es el primer paso para que todo quede olvidado.

Como curiosidad, la primera intención de Salva Rubio (guionista de profesión) fue hacer una película en base a todo lo que había estudiado pero eran los tiempos en los que empezaba a golpear la crisis con fuerza y todas las productoras rechazaron la idea así que busco alternativas y decidió emprender la aventura de esta novela gráfica que primero se publicó en Francia y después ha llegado al mercado español donde ha tenido un gran éxito de venta tal y como demuestra que se haya agotado la primera edición de la misma.

La presentación de ayer de El fotógrafo de Mauthausen está dentro del programa La imagen de la memoria, un proyecto de la ARMHA que concluye hoy y que ha acogido un buen número de actividades (también culturales como obras de teatro, proyecciones o esta presentación del cómic) para reivindicar la memoria histórica en la comunidad. El lema elegido para la edición de este año ha sido el exilio.