Vuelve Dominique A con dos discos bajo el brazo, ambos publicados el año pasado: Toute latitude y La fragilité. Trabajos en los que dice haber puesto su creatividad «a las órdenes» de su desafío editorial. «Es como si al decidir hacer dos discos a la vez me hubiera adaptado a esa demanda hasta escribir el número suficiente de canciones, y una vez completado el material, las puertas se cerraran de golpe», explica el músico de Nantes, que actua hoy (20.30) en el Teatro del Mercado.

Toute latitude es un disco de grupo en el que el músculo del rock coexiste con avanzadas tramas electrónicas. Ahí, el enfoque de Dominique A fue «priorizar el ritmo sobre la armonía» utilizando dos baterías, Sacha Toorop y Etienne Bonhomme. Ve conexiones entre este disco y Remué (1999) «por la oscuridad ambiental general, las letras y los tratamientos de sonido, con reverberaciones extrañas y sonidos distorsionados», explica el cantante y multinstrumentista, que se confiesa admirador de «los pioneros electrónicos alemanes, como Cluster», así como de la banda de postrock Tarwater y de la primera cool wave británica. «Soft Cell, Eyeless in Gaza, OMD y, debo confesar, Ultravox con Midge Ure».

Dominique A admite que Toute latitude desprende cierto aire nihilista con sus apuntes en torno a la incomunicación, orientación que, «una vez asumida», le llevó a ver en La fragilité la oportunidad de hacer un contrapeso. Un disco en solitario, con sonidos acústicos y sutiles interferencias maquinales. «Se suponía que iba a ser mi álbum de folk, pero acabé dándome cuenta de que nunca podría hacer un disco así. Me gustan demasiado los pequeños arreglos electrónicos», argumenta. Y eso que canciones como La poésie, con su guitarra de cuerdas de nilón, revelan «el modelo» que siguen representando para él «los viejos discos de Leonard Cohen».

Pero Dominique A dice ser «un artista hecho para el minimalismo» y estima que «si hay una verdad» en sus canciones, esta se encuentra «en las más íntimas». «Son una cárcel de oro en la que soy un prisionero consciente», apunta. Y no se corta al reconocer su «deseo de hacer la canción perfecta».

En la pieza titulada La fragilité, presenta esa cualidad, la fragilidad, «como una especie de fuerza para mantener el contacto con la humanidad, lo cual representa un punto de vista político». No, no hay citas a Marine Le Pen, ni a Trump, ni al Brexit, pero «en estos tiempos, la sola palabra humanidad me parece política, lo cual no es muy tranquilizador».