El dramaturgo Paco Ortega fue capaz de traer a Zaragoza 5.000 espectáculos en la Expo de 2008 con la esperanza de consolidar en la ciudad un gusto artístico pero, a las puertas del décimo aniversario de aquel evento, lamenta que no haya sido así y afirma que hace falta más gente que consuma cultura.

Este profesor y escritor, uno de los referentes culturales de la ciudad, lleva toda una vida dedicada al teatro. Ha dirigido más de sesenta obras y ha ilustrado durante años a sus alumnos de la Escuela Municipal de Teatro de Zaragoza, a quienes ha transmitido su forma de ver la vida.

El consejo que les ha dejado es que vivan por encima de todo, entendiendo la vida como algo más que un proceso biológico. "Vivir es amar; es observar y conocer la realidad en la que vivimos; es adoptar posiciones ideológicas ante las cosas, es leer, ver cine... No he conocido a ningún actor realmente relevante que no sea una persona culta", comenta.

Le queda la pena de que en todo este tiempo no se haya logrado oficializar los estudios de la Escuela Municipal de Teatro por lo que tanto ha peleado, cuando, asegura, existen requisitos para ello.

"Ha habido veinte momentos a lo largo de estos 35 años en los que ha faltado un centímetro para que esto sucediera, pero por distintas razones nunca se ha llevado a cabo", resalta.

Este profesor comienza ahora su jubilación, pero entre sus planes no está ni mucho menos dejar el teatro.

Está a punto de estrenar un texto escrito por él: 'Las voces del exilio', una obra que dirigirá y también interpretará. Será el 25 de mayo en El Teatro del Mercado y, tras su estreno en la capital aragonesa, la obra, coproducida con una compañía francesa, comenzará su gira internacional.

En una entrevista con EFE, quien fue director artístico de la Exposición Internacional de 2008, reflexiona sobre la oferta cultural de Zaragoza cuando se van a cumplir diez años de aquel evento que cambió para siempre la ciudad. Una transformación que, para Ortega, se quedó sólo en el plano urbanístico y no llegó al ámbito cultural, a pesar de sus esfuerzos.

"Para mí traer 5.000 espectáculos a Zaragoza en tres meses era una oportunidad para crear y consolidar un gusto artístico en la ciudad; esa era mi pretensión, pero desgraciadamente la oferta cultural de la ciudad continúa como estaba", indica, aunque precisa que es similar al de otras ciudades españolas.

Su esperanza era crear espectadores ávidos de cultura que continuaran consumiéndola más allá de aquel verano de 2008. Pero no fue así, dice. "También es cierto que vinieron años difíciles, pero no hubo ni una voluntad política ni una demanda social".

Ahora, diez años después, reconoce que la ciudad cuenta con nuevos espacios culturales, como el IAACC Pablo Serrano o CaixaForum, pero echa en falta más personas que consuman cultura.

"En Zaragoza habrá unas 1.500 personas que consuman cultura y nos vemos en todas partes, en el teatro, en las librerías...", ilustra.

Paco Ortega conoce el teatro desde dentro y, desde esa condición, afirma que desgraciadamente en España está "muy polarizado" en dos modelos: el comercial, que se concentra en Madrid y Barcelona, y el que está sustentado únicamente con dinero público.

"Hay un empobrecimiento, porque se pierden matices que sí vemos en otros países donde, por ejemplo, hay gente que hace un teatro más arriesgado", puntualiza.

Reflexiona también sobre la deriva censora contra la libertad de expresión en España y sostiene que, aunque los casos que se han judicializado son puntuales, responden a una visión determinada de la cultura, que sigue siendo "cutre" y "franquista".

Le preocupa más el IVA cultural. "Eso sí que es una especie de censura, porque nos impide llevar nuestros espectáculos a más sitios".

Esa "rabiosa actualidad" es la que ahora le interesa contar a través del teatro. O mejor dicho, los antecedentes que la han propiciado como hace en su última obra escrita: "Ciertos males que estamos viviendo ahora son consecuencia de aquellos lodos".

Su fuente de inspiración es la vida misma y la suya, en particular. Dice que no sabría escribir de nada que no hubiera vivido antes con intensidad y afirma que, a pesar del tiempo, sigue sintiendo miedo escénico, incluso antes de impartir una clase.

Eso significa que el resultado final le importa. "Hay un autor francés que dice que un actor que piensa que está haciendo algo completamente bien completamente, seguro que está haciendo algo mal", concluye.