Revelado con el experimento cronológico de Memento y convertido durante la última década en epítome del blockbuster de autor (la trilogía El caballero oscuro, Origen, Interstellar), Christopher Nolan se renueva sin abandonar obsesiones en la ambiciosa Dunkerque, que se estrenó el viernes.

-¿Cuáles fueron algunos de sus principales referentes cinematográficos a la hora de encarar este proyecto?

-Mis influencias vinieron en gran parte del cine mudo. Grandes como Murnau, Von Stroheim... Puedes robar con alegría de este cine porque ahora mismo poca gente se interesa por él. Es un lenguaje narrativo diferente. Al no haber diálogo, tiene una pureza cinematográfica inspiradora.

-No ha hecho esta película para explicar la historia, sino para hacer sentirla. Apenas hay contextualización ni explicación.

-Para mí, Dunkerque no es una película bélica, sino una historia de supervivencia. Basada sobre todo en situaciones de acción paradójicas que sucedieron realmente y sobre las que he leído. Quería hacer sentir, por ejemplo, la claustrofobia; qué significa estar a expensas del enemigo y no tener en qué dirección ir.

-¿Por qué decidió no mostrar la cara de los nazis?

-Trato de ser fiel a la experiencia de los soldados británicos y franceses. Muy pocos se vieron cara a cara con los alemanes. Una gran parte del miedo y del suspense con el que vivían se debía a lo desconocido, a lo que no veían.

-Ha pasado de hacer un cine cerebral a poner más énfasis en la emotividad y visceralidad.

-Cada película parte de una motivación diferente. Lo que quieres evitar es la repetición. Hacer una película lleva mucho tiempo y requiere mucha energía, y hacer algo que ya has hecho resulta poco apetecible.

-‘Dunkerque’ parece un giro de timón en su filmografía, pero en ella sigue explorando el tema de la percepción.

-Estoy muy interesado en la subjetividad y en explorar puntos de vista subjetivos, sobre todo a través de la manipulación del tiempo. Incluso en películas convencionales, el tiempo se manipula de forma sofisticada, pero no lo advertimos. Yo no empleo la manipulación del tiempo como una sutileza, como algo oculto, sino que trato de ponerla en primer plano e involucrar al público en esa estrategia.

-La música tiene aún mayor protagonismo que en el resto de sus películas. No hay mucho diálogo, pero tampoco hay un segundo de silencio.

-En Dunkerque, probablemente por la falta de diálogo, hemos conseguido una síntesis de efectos de sonido, música e imagen a la que siempre habíamos aspirado, pero nunca habíamos llegado a conseguir.

-Hablemos del reparto. ¿Vio claro rápidamente que Harry Styles (excomponente de la boyband One Direction) podía ser un gran actor?

-Cuando ficho a alguien no pienso sobre su nivel de fama, o si ese carácter de celebridad puede afectar a la percepción del personaje y, por extensión, a todo el filme. Mi trabajo como director es ver potencial en la gente. Harry Styles mostró un enorme potencial.

-Desde hace un tiempo rueda sus películas en IMAX. ¿Qué le gusta de este formato que no encuentra en otros?

-Al principio del proceso me reuní con Hoyte [Van Hoytema; director de fotografía] y le pregunté cuál creía que sería el mejor formato para Dunkerque. Mi intención no era presionarle en ningún momento; es él quien tiene que cargar con esa cámara IMAX de 25 kilos. Pero quizá me lo vio en los ojos.