Hace 10 años, la vida de Eduard Grau dio un vuelco. Sin haber llegado a la treintena y con una carrera todavía incipiente, el diseñador Tom Ford lo eligió para que fuera el director de fotografía de su ópera prima, Un hombre soltero (2009). Una década después, Grau reside en Los Ángeles y es un profesional consolidado en Estados Unidos, con numerosos trabajos para el cine, el videoclip y la publicidad. Este sábado, optará por segunda vez al Goya por la fotografía de Quién te cantará, de Carlos Vermut.

-Ya estuvo nominado al Goya por Buried (Enterrado), de Rodrigo Cortés (2010). ¿Cree que esta vez será la buena?

-No creo que gane. Un premio nunca es justo, ni siquiera la nominación. Es muy difícil valorar y juzgar el trabajo de los demás, siempre hay un punto subjetivo y emocional en la gente que vota. Así que, bueno, si me dan el Goya, encantado, mis tías estarán supercontentas (ríe), pero si no… no pasa nada. No puedo, ni debo, juzgar mi trabajo por los premios.

-¿Qué balance hace de su trabajo en Quién te cantará?

-Me ha flipado trabajar con un tío como Carlos Vermut. Es una mente privilegiada en un panorama general de mediocridad. Hará mejores o peores películas, porque hacer una película es muy difícil y hacer una obra maestra todavía más. Él todavía no la ha hecho, la obra maestra, pero acabará haciendo porque el talento que tiene no se puede controlar.

-Usted ha reconocido más de una vez que Un hombre soltero le cambió la vida. ¿Lo sigue pensando?

-Me la cambió del derecho y del revés. De repente, con 27 años, trabajando en Hollywood con Julianne Moore y Colin Firth, con Tom Ford, y encima en una película que estaba bien. Le tengo mucho cariño. A veces la vuelvo a ver y redescubro cosas, ideas, decisiones que ahora, vistas con el tiempo, flipo que tomara.

-Su debut en el largometraje fue de la mano de Albert Serra, en Honor de caballería (2006). ¿Qué recuerda de aquel trabajo?

-Todas las grandes oportunidades me han llegado de forma muy rocambolesca. Había leído que Albert había dirigido una película, Crespià, the film not the village, que era buenísima. Me moría de ganas de verla, pero solo la daban en un cine de Gerona. Me animé a coger el coche en Barcelona para ir a verla, pero ese día llovía mucho y al final decidí no ir. Un tío mío, sin embargo, dio un gran giro a la historia. Es del mismo pueblo que Serra y me dijo que conocía a un tío al que tenía que conocer.

-Y lo conoció.

-Fue algo muy grande. Yo le dije: «Albert, tengo que trabajar en tu peli sea donde sea». Y, hablando, descubrió que yo sabía algo de cámaras y me dijo: «Pues si quieres puedes hacer tú la fotografía. Tengo otro director de fotografía (Christophe Farnarier), pero bueno... lo apañamos». Acabamos siendo dos.

-Me llama la atención que usted también haya sido el director de fotografía de Finesterrae, de Sergio Caballero (2010), otro director de talento marciano, inaprensible.

-Yo creo que en la locura está la maravilla y Sergio, como Albert (Serra) y Carlos (Vermut), es una mente única, como de otro mundo. ¡Mira lo que ha hecho Sergio en el Sónar! (es responsable de la imagen del festival). Cuando los humanos normales pensamos en la opción A o la opción B, ellos están más allá de la F y de la G. Esta gente que gira la normalidad del revés me atrae mucho. Tengo predilección por los directores sonados, por los genios, los que nos descubren cosas de la vida que no conocíamos.

-¿Nunca le ha tentado ser director?

-A ver, he hecho cortometrajes y publicidad, y no se me da mal, pero tampoco alcanzo la excelencia. No sé cómo decirlo: lo que me gusta es hacer películas maravillosas de las que estar orgulloso.