--Mañana recibirá el Premio Simón de Honor, quizá un premio modesto para una trayectoria como la suya pero...

--(Interrumpe). No es nada modesto, es un premio precioso. Tengo algunos premios pero eso del Simón me parece una idea genial y haberle dado ese nombre es un homenaje a Buñuel fantástico.

--¿Qué le parece que el cine aragonés se acuerde de usted?

--Lo agradezco mucho. Zaragoza ha tenido conmigo atenciones infinitas, muchas más que yo con ella, desde hacerme hijo predilecto hasta homenajes culturales.

--Parece que crea que no se lo merece...

--Es que no lo creo. En absoluto.

--Pero tiene una trayectoria muy larga y ha trabajado con gente que otros ni soñarían...

--La tengo larga porque tengo muchos años, en cuanto a lo de trabajar con gente muy buena, es posible. A lo largo de la vida van surgiendo oportunidades y hay que aprovecharlas.

--En 1945 fundó en Zaragoza el Cineclub en lo que ha llamado en muchas ocasiones una ciudad oscura... ¿El cine era una evasión para usted?

--¿Una ciudad oscura? Y bajo la losa del franquismo. Hombre, que si era evasión, claro, era una evasión formidable porque el cine es una forma de soñar.

--¿Usted ha soñado mucho con el cine?

--Yo he soñado viendo cine.

--Y se decantó por la faceta de productor, quizá la más ingrata de la profesión...

--Es cierto que los productores no tienen el relumbrón de actores o directores pero es lo que me gustó, aunque he hecho muchas cosas.

--¿Y por qué se decantó por ella?

--Más que feo, es un trabajo que no transciende al público. Pero no es nada feo, es bonito. A mí me gusta, aunque, realmente, el público no se entera. El producir es una tarea creativa. Tienes que tener imaginación, saber montar un proyecto, tomar la iniciativa... No es un rutinario que tiene mucho dinero porque hay que buscarlo.

--¿Pero no es un trabajo muy desagradecido?

--El público no tiene por qué agradecer nada, paga su entrada y le gusta o no.

--¿Qué le supuso trabajar con Buñuel en Tristana?

--Esfuerzos inauditos.

--¿Tan complicado era?

--La censura no quería que Luis Buñuel volviera a trabajar en España. Después de Viridiana, aquello les parecía un disparate pero no se atrevían a decir que no querían que Buñuel volviera a trabajar en España. Entonces, llegamos a tener que anunciar que la íbamos a hacer en Portugal, por lo que no tuvieron más remedio que aceptar, pero estuvimos localizando todo Portugal y la verdad es que era muy difícil hacerlo allí, aunque Buñuel se adaptaba a todo. Pero en cuanto se enteró que estaba autorizada, se volvió a Toledo y, en una mañana, localizó todos los exteriores.

--¿En una mañana?

--Era un loco de Toledo y la verdad es que Toledo se ve precioso en la película.

--¿Interpreto que Buñuel sí estaba loco por volver a rodar en España?

--Si se podía, sí. Aunque hubo exiliados que no querían volver a España, Buñuel estaba deseando venir. Le obsesionaba España, Madrid, Zaragoza y, por supuesto, su pueblo, Calanda.

--¿Cómo fue trabajar con él?

--Muy fácil porque era un hombre que se autoorganizaba perfectamente. No había que decirle nada, no se pasaba ni un minuto del tiempo de rodaje.

--Y en Tristana, Buñuel volvió a trabajar con Catherine Deneuve después de la mala experiencia de Belle de jour...

--Deneuve se dio cuenta de que había cometido un error y estaba deseando volver a trabajar con Buñuel, que puso sus condiciones. No quería ni maquillador especial ni figurinista, tenía que integrarse en la producción española. Tampoco quería un director de fotografía a gusto de Catherine Denueve porque él había hecho Viridiana con Aguayo y le hizo una fotografía maravillosa. Y la de Tristana la alabaron hasta en el New York Times. Deneuve aceptó todo y no se equivocaba.

--¿El bosque animado ha sido su mejor película?

--Para mí fue la más creativa, en la que más participación creativa tuve. Fue una idea nueva y conseguí que Azcona hiciera un guion perfecto, una tela de araña. El libro no es fácil de adaptar, tiene episodios que valen, pero otros que no hay forma de integrarlos pero Azcona era un guionista formidable.

--¿Qué le parece el cine actual?

--Veo poco cine ahora pero hay películas espléndidas. Me fastidia que el cine americano ha perdido todo su encanto.

--¿Usted cree?

-- En mi época, los grandes estudios hacían películas extraordinarias sin reparar en si iban a tener éxito o no y, ahora, todo está calculado. No hay grandes estudios, son productoras individuales. Hollywood ya no es lo que era.

--¿Hay menos riesgo?

--Ahora sí. Bueno, en producción hay riesgo siempre pero ahora se busca más la taquilla y eso pervierte el cine.

--¿Usted nunca hizo cine pensando en la taquilla?

--Hombre, bueno... Nadie se suicida. Uno consigue tener un beneficio pero no hay que poner eso por delante.

--¿Qué opina de la actitud del Gobierno con respecto al cine español?

--El famoso IVA se está cargando las salas aunque, de vez en cuando, hay una película española que da la campanada como Ocho apellidos vascos pero hay montones de películas que no llegan ni a estrenarse. Están ahogando el cine español. Tenemos un ministro que no tiene el menor interés por el cine español y no digamos el ministro de Hacienda y lo que dijo en su día. ¡Hombre, por Dios! Pero, bueno, tiene que haber de todo.

--¿Corre peligro el cine español?

--Hay creadores y hay futuro.

--¿Es entonces optimista?

--El cine siempre ha estado en crisis, es una cosa permanente. El cine se ha involucrado en la sociedad, es una cultura a la que no se puede renunciar y, por lo tanto, cine tendrá que haber siempre.

--¿Volvemos al cine como evasión?

--Es que el cine es una evasión. La gente si no se quiere evadir, no va al cine...