Ana Alcolea reconoce que escribe de «cosas mías» y al ponerse con El secreto de la esfinge acababa de morir su padre; de ahí que la novela comience con un funeral, que hace que «pasado y presente se entrelacen» y que al mismo tiempo Zaragoza y Egipto queden unidas por la imaginación de la ganadora del Cervantes Chico. La escritora zaragozana presentó ayer en Cálamo -se llenó la librería- su tercer secreto tras el del galeón y el del espejo y adelantó que habrá alguno más, porque «me gustan los personajes, los arqueólogos, las artes marciales y la danza... me apetece saber qué va a pasar».

Por esa necesidad suya de hablar de la muerte ambientó en Egipto El secreto de la esfinge, para así poder hablar «de ritos funerarios, de dolor y de ausencia» y, al mismo tiempo, «de integrar la muerte y la vida», reconoció, aunque también señaló que «no es una novela triste». Además del Nilo aparece Zaragoza, como siempre en las novelas de Alcolea, ya que es aquí donde aparece una figura egipcia, tras vaciar los armarios (homenaje a la obra de Rodolfo Notivol) por la muerte del padre. La autora se preguntó cómo pudo llegar la esfinge a la capital aragonesa; e imaginó que «un soldado francés que luchó aquí cuando Los Sitios también había batallado en Egipto. Él traía la figura, pero se rompió, una apareció en lo que hoy sería la arboleda de Macanaz y otra en el Museo de Zaragoza». Pero la realidad siempre supera a la ficción y «la primera sorprendida fui yo porque me gusta que la novela tenga vida». Y es que cuando le preguntó a Julio Ramón (entonces director del Museo de Zaragoza y hoy del Pablo Serrano) si tenían una estatuilla en el centro y le mandó una foto con una ficha de «una que encajaba con la que yo me había inventado y que había aparecido, casualmente, en la arboleda de Macanaz el año en el que nació mi padre». Ahí tenía la novela, la historia de Neferad, que llora la muerte de su abuelo cuando se convierte en sacerdotisa de Isis y que se dedica a «copiar los textos del Libro de los Muertos en el sarcófago de su abuelo para que tenga un funeral como un faraón»; pero también la de Carlos y Marga, que aquí, en Zaragoza pierden a su abuelo y padre, respectivamente, y que se enfrentan al misterio de la esfinge, pero como Neferad, también a la ausencia, porque «los libros nos protejen de la vida, de la muerte y del tiempo»

Ana Alcolea estuvo acompañada en la presentación por Julio Ramón, que dijo, que el libro era como «un puzle que te va llevando» y que «conecta Egipto con lo que ocurre también hoy»; y por el ilustrador David Guirao (autor de la portada, que «encantó» a la autora), que tiene «la suerte de leer los libros de Ana en ficheros de word» antes que nadie y que, con este secreto de la esfinge consiguió emocionarle.