En cuatro de los cinco últimos años los Spirit Awards y los Oscar han coincidido en su coronación de la mejor película. Es una coincidencia que habla más de las aperturas de los Oscar que de cambios en los premios que entrega la organización Film Independent, para los que nunca se consideran películas con más de 20 millones de dólares de presupuesto ni se obliga a los trabajos a haber tenido un estreno comercial. Este año, en cualquier caso, los Spirit han querido marcar diferencias y, en cierto modo, subrayar sus raíces y han dado su premio mayor a El blues de Beale Street, la adaptación de una novela de James Baldwin dirigida por Barry Jenkins que en los Oscar no está entre las ocho nominadas a mejor película.

Jenkins, el director además de Moonlight, premiada hace dos años tanto en la fiesta de la playa de Santa Mónica como en el Dolby Theatre de Los Ángeles, también se ha llevó en la madrugada del sábado en los Spirit el premio al mejor director, uno por el que este año no compite en los Oscar. Era una categoría en la que de los cinco nominados tres eran mujeres, ausentes este año en la lucha por el Oscar a realización. Y Jenkins hizo un alegato a favor de que los estudios, los productores y quienes financian películas hagan un mayor esfuerzo por elevar el paupérrimo porcentaje actual del 4% de títulos de estudios dirigidos por mujeres.

No todo son divergencias. Glenn Close subió, seguida de su perro, a recoger de manos de Javier Bardem y Yalitza Aparicio el premio a la mejor actriz por La buena esposa, una interpretación por el que es favorita a un Oscar. También es favorita Regina King, que se ha llevado el Spirit como actriz de reparto por su trabajo en El blues de Beale Street. Y ¿Podrás perdonarme algún día? cosechó dos premios: el de mejor actor de reparto para Richard E. Grant y el de mejor guion.

Roma, de Alfonso Cuarón, que en los Spirit solo competía en la categoría de película extranjera, conquistó también el premio al que optaba.