Uxía Martínez Botana, considerada una de las diez mejores contrabajistas del mundo, ha dado estos días una masterclass en Zaragoza en el Conservatorio Superior dentro del Festival de Panticosa. A las 13 horas (entrada libre), ofrecerá un concierto con sus alumnos en el conservatorio.

-¿Qué supone para Uxía dar estas masterclass?

-Supone algo muy importante que es compartir los conocimientos que he absorbido y aprendido pero no solo técnicos y musicales sino la experiencia de vida que uno adquiere cuando lleva 12 años en el extranjero.

-¿En qué suele incidir?

-En lugar de darle una explicación más técnica, a mí me gusta mucho entrar en la cabeza del alumno. Es una explicación más sensorial, las sensaciones que el alumno tiene cuando toca con el instrumento para poder orientarle y entrar dentro de la psicología del alumno. Tocar un instrumento es algo tan personal y único que merece la pena guiarle hacia las sensaciones a las que tiene que llegar más que darle una explicación más banal e imaginativa.

-Porque la música, aunque a veces se olvide, es sentimiento...

-La música es, por supuesto, el lenguaje de las emociones.

-¿Cómo acaba alguien como usted tocando el contrabajo?

-Tiene que estar un poco loco (risas). Yo quería ser violonchelista pero cuando hacías las pruebas para el conservatorio entrabas por orden alfabético y de las últimas plazas quedaba aún el contrabajo. Mi padre no quería instrumentos de viento en casa así que mi madre me dijo «es un chelo grande, empieza y ya cambiarás si no te gusta…».

-Y de ahí a ser considerada una de las diez mejores del mundo, ¿cómo se consigue eso?

-Con mucho trabajo. Uno de mis vídeos que está en internet es el de Parábola para contrabajo de Persichetti. Tuvo muchas visualizaciones y fue el que me dio a conocer muchísimo. Yo no quería subirlo, lo hizo un amigo.

-¿Por qué no lo quería subir?

-Youtube es una herramienta muy útil por el tema de la información pero a veces, y quiero que se entienda por la parte del artista, me resulta un poco incómodo subir conciertos porque mucha gente te mira desde el teléfono y no viene a los conciertos. Y a mí me parece que acaba terminando con la magia y lo extraordinario que es un concierto en directo. Pero volviendo al tema, fue un vídeo que me dio mucho éxito y una revista americana lo situó en el ránking diez a nivel internacional. A partir de ahí vino mi primer trabajo, fui la primera española que fue contrabajo solista invitada de la Kremerata Baltica, ganadora de un Grammy, y también la primera mujer. Tuve varias invitaciones en Holanda y después me salió lo de la Filarmónica de Bruselas donde llevo ya cuatro años de solista y desde el año pasado también estoy de solista en una orquesta de cámara en Zurich. Estoy en dos orquestas y además tengo también mi grupo de cámara.

-¿Siente que ha tenido que demostrar más por ser mujer?

-Hay un techo de cristal que muchas personas no quieren ver y todo el mundo quiere evitar pero es una verdad que no se puede ocultar. Yo he tenido que demostrar muchas veces el doble que muchos compañeros también contrabajistas pero estoy muy contenta porque ese esfuerzo me ha llevado muy lejos. También te digo que son prejuicios de una sociedad que está cambiando, a pasos agigantados.

-Un mito de la música clásica es que es elitista...

-Creo que es un problema de cómo se programan las temporadas. Por ejemplo, en mi orquesta en Bruselas creo que hacen algo muy inteligente y tenemos muchísimo público joven. Programan una temporada con una semana para jazz, una semana para un proyecto que se llama ‘el sistema’ copiando un poco el modelo Abreu para la integración social y luego hacemos muchísimas bandas sonoras, ponen una pantalla de cine en el auditorio y la orquesta está debajo de ella, con la música en directo mientras se emite la película. Ahora vamos a hacer Tiburón. Además, han arriesgado siempre mucho en programación porque siempre hay una obra del siglo XX.

-España tiene mucho talento que no deja de exportar, ¿qué es lo que pasa?

-No lo sé, todavía no lo he entendido. España no le tiene nada que envidiar al extranjero en cuanto a nivel musical.