La pintura furiosa, visceral y fuerte que se hacía en España en los años 60, que pareció resucitar a Goya: el Viola de la luz abriéndose camino entre brochazos negros, el Saura de los rostros obsesivos o el Feito de las grandes colisiones de las formas, asoma desde ayer en Zaragoza. Prácticamente todo el grupo: Ayllón, Canogar, Serrano, Suárez o Chirino están presentes en la exposición El Paso y los años 60 abierta ayer en la Galería Aroya, de Zaragoza (C/ Tomás Castellano, 1, detrás del edificio de Correos).

El galerista, José Luis San José, venido del campo de las antigüedades hacia la pintura del siglo XX, explicaba ayer a este diario que "los 60 están de moda" y agrega que "están ahí; la Malborough quiere hacer una exposición de esa década". Y en la muestra abierta ayer el galerista pone a dialogar a los de El Paso con otros contemporáneos como a T pies, matérico hasta en el concepto, al Clavé de la trazada inquieta o a gente que estaba entonces en París como Salvador Victoria.

La viuda de éste, Mari Claire, reconocía ayer la afinidad artística de los pintores que quedaron dentro de España, en aquel Madrid de los 60, con los que estaban fuera: Lucio Muñoz, Joaquín Ramos,e el propio Victoria: "Hicieron muchas exposiciones conjuntas de toda esta generación y había muchísima afinidad entre ellos", dijo. Y en relación a si fue asimilada por el régimen franquista aquella pintura hecha de tenebrismos y arañazos, que llegó a hacerla oficial, esta mujer indicaba que "la gente que organizaba exposiciones internacionales entonces era lo bastante lista como para pensar que a las bienales de fuera se debía llevar a la gente de El Paso y no a otros que parecían del siglo XIX"

En la galería Aroya no sólo conviven hasta mediadiados de abril prácticamente todos ellos, sino que lo hacen cuadros de algunos en sus diferentes épocas. Pelayo, hijo de Antonio Suárez, explicaba cómo "desde aquella pintura visceral en blanco y negro, poco a poco ha ido suavizando sus conceptos y cada vez tiene más color".

Y mostraba aquella pasta significativa que caracterizaba a su padre desde El Paso a "figuraciones más fáciles", como una ventana que se expone y muestra un interior y un exterior al mismo tiempo. Ahora que, anciano, sigue pintando, "regresa al abstracto inicial, pero llenándolo de colorido".

Lorraine, viuda de Manuel Viola, recordaba cómo "él era igual que sus cuadros, con esa fuerza telúrica", hasta el punto de que "sigue vivo en su obra y eso es un consuelo para mí y para los amigos que tenía por todas partes".

La exposición consta de sesenta representaciones pictóricas y de obra gráfica y otras 30 esculturas de Pablo Gargallo de varias épocas. El y Juana Francés también estuvieron representados por su familia.