-¿Cuál fue la fuente de inspiración de esta película?

-Un día paseaba con mi mujer por Los Ángeles, y en un momento dado empezamos a fantasear sobre los secretos que se esconden en el interior de todas esas mansiones de las colinas de Hollywood. El asunto empezó a obsesionarme. Y de forma febril, casi en estado de trance, pasé un mes escribiendo sobre un infeliz que se pasea por la ciudad tratando de resolver un misterio que probablemente no exista, simplemente porque no tiene nada mejor que hacer. En el fondo, ese es un tema que me fascina: nos pasamos la vida inventando misterios que resolver, porque solo así nuestra existencia tiene sentido.

-«De ahora en adelante, la cultura pop es la única cultura». Lo ha escrito usted para explicar Lo que esconde Silver Lake. ¿Cuándo diría que tuvo lugar ese cambio?

-Supongo que con el desarrollo de internet, que para la mayoría de la gente internet es esencialmente una máquina expendedora de píldoras de cultura pop. Y la posibilidad de que toda la información y todas las imágenes y todas las canciones de todas las décadas estén disponibles al instante ha hecho que perdamos todo sentido de la perspectiva. Sí, al final todo ha llegado a ser pop. Y no sé qué pensar. Soy miembro activo de la cultura popular y siento un inmenso amor y una conexión compleja con muchas de sus manifestaciones.

-Hablando de esas representaciones, Lo que esconde Silver Lake está llena de referencias a otras películas de cine negro. ¿Cuáles son sus favoritas?

-Muchas. Clásicos como El sueño eterno o El beso mortal y series de usar y tirar como Los casos de Rockford. Chinatown, por supuesto. Cineastas como Hitchcock, Fritz Lang y David Lynch. Casi me da reparo mencionar a Lynch. Cuando estrené It follows todo el mundo la vio como un homenaje a John Carpenter, y ahora todo el mundo ve Lo que esconde Silver Lake como un homenaje a Lynch. Sinceramente, es un poco irritante sentirme catalogado de esa manera. Es muy reductivo.

-Hay quien ha criticado la película por su falta de rigor narrativo. ¿Cree que, en general, el cine está demasiado sujeto a fórmulas clásicas?

-Completamente. Creo que muchos espectadores, y sobre todo muchos críticos, se sientan frente a una película con una idea preconcebida muy clara de cómo quieren que sea: qué pasará, cómo pasará, cuándo pasará. Es como si el público actual fuera reacio a dejarse sorprender. Pero, ¿para qué hacer una película que no sorprenda a nadie?

-Además de una intriga detectivesca, la película es una mirada a la ciudad de Los Ángeles. ¿Qué objetivo tuvo en mente a la hora de retratarla?

-He querido reflexionar sobre el papel que algunos de sus lugares han desempeñado en la historia del cine o la televisión, darles un nuevo significado. Por ejemplo, en la película aparece la misma cueva en la que Adam West, protagonista de la versión televisiva de Batman, solía aparcar el Batmóvil.

-El protagonista de su película busca mensajes ocultos en películas, libros y discos. ¿Lo hace usted también?

-No, pero me hacen mucha gracia las personas que sí lo hacen, y que tienen una teoría de la conspiración para casi todo lo que ha pasado a lo largo de la historia. Y que conste que me merecen todo el respeto del mundo.