No le cuesta hablar del pasado porque la vida es un cúmulo de experiencias. Por eso cuando se le pregunta qué recuerdo tiene del hip hop lo tiene claro: "Lo primero que me vincula al género es la muerte de mi padre. Yo me encerraba en mi cuarto escribiendo cosas preso de la típica furia preadolescente pidiendo explicaciones al mundo", asegura Rafael Lechowski que, "un año o dos después", había empezado "a grabar cintas de música" y a encontrarse con discos de Cypress Hill. "Me atrapa ese sonido oscuro que empuja mi necesidad de escribir", explica el artista nacido en Polonia pero que llegó a Zaragoza con 4 años.

"El rap me parecía acorde al sentimiento que yo guardaba de dolor e ira... La encuentro una música cercana, acorde con lo que yo podía hacer, que tampoco tenía una voz para cantar en ningún otro tipo de música y género y la escritura me gustaba". Eso le empujó a coger el micrófono muy joven. Con 13 años debutó en un escenario y con 16 años se reeditó una maqueta suya (como parte de Flowklorikos) que pasó a ser una de las maquetas más vendidas en España. "Era una salida a mi estado de ánimo... y lo sigue siendo".

Un ánimo que le llevó en el 2007 a publicar Donde duele inspira, un paso más allá, tanto en lo musical como en lo letrístico, en un mundo tan cerrado y tan purista entonces como era el del hip hop. "No hubo ninguna rebeldía en cuanto a hacer algo contrario a nada. Fue una época en la que me sentía tal cual dicen las letras. Y no tenía instrumento mejor para curarme de todo eso que verme reflejado en ese folio. Ahora he reconocido mi error, mi vicio, mi tristeza y no la quiero. Quiero ser de otra forma. Entonces no quería hacer más pose ni enmascararme más y cada vez estoy siguiendo más ese camino". El artista fue el precursor de la fusión entre el jazz y el rap y de contar con una banda de música: "Empecé a ver el arte como una necesidad y a pensar que no iba a seguir ningún patrón más que el que me sugiere cada obra de arte. Muchas veces los géneros, las tendencias, las modas... limitan una obra de arte y tienes que escuchar eso de 'Yo esto no lo puede hacer porque esto no es rap, esto no se hace así'. A mí eso me empezó a dar igual hace bastante tiempo y rompí con el miedo", explica Lechowski que se sintió respaldado por el público en ese momento: "Si no lo hubieran aceptado, igual me hubiera achantado y hubiera vuelto a un patrón más sencillo, más común, pero el público aceptó mi propuesta y yo he seguido esa mentalidad de hacer lo que me dicte la necesidad".

Pero, ¿por qué el jazz? "Porque es la música que más me ha acompañado junto al soul. Son las músicas que más he sampleado y, la verdad, es que el soul era más difícil llevarlo a escena, más previsible, más rozando el pop, la música soul depende en que años nos fijemos empieza a convertirse en una música popular, entonces me parecía un sonido menos profundo, menos intelectual, menos imprevisible. Con los años me gusta cada vez menos, me recuerda a mi época adolescente enamoradizo. Ahora me gusta más oír un sitar hindú que también tiene mucha espiritualidad y me evoca muchas sensaciones ambiguas", asegura.

Además, asegura que el espectáculo se lo pidió así: «El soul no tiene muy definidos los solistas. Yo buscaba una música que tapara los estribillos, el hueco que había dejado y el soul tampoco podría hacerlo».

Lo cierto es que Donde duele inspira se convirtió en un himno de la tristeza y el fracaso. Algo que al propio Lechowski, no le causó vértigo: «Cuando creé esa obra me era indiferente y esperaba incluso el rechazo del público, un gran fracaso comercial, pero es que me daba igual», dice con crudeza Lechowski que afrontó el ir a contracorriente del género: «En esa época había mucha controversia en torno a mi arte, yo era muy joven. El rap era un género muy sectario entonces y como que había que seguir ciertos patrones antes de editar un disco, que una maqueta se reeditara era casi pecado. Tenías que vestir, comportarte y sonar como un rapero y tantas cosas más. Yo no formaba parte de ninguna crew ni me había mencionado o sugerido nadie. Con 16 años me reeditan una maqueta que vende un montón de copias y había mucha gente a la que eso no le parecía bien», recuerda el artista que, no obstante, cree que «seguro que les ha pasado a todos los artistas».

De eso hace ya muchos años, ahora el MC acaba de volver de una gira de presentación de Donde duele inspira por México que ha sido un rotundo éxito. Evidentemente, ha actuado con banda porque dice que ya no concibe hacerlo sin ella: «Con los músicos todo es imprevisible y profundo, mientras que en un sound system, con disc jockey, el fondo se ve. Con una banda, el error se convierte en virtud. Sin embargo, en un concierto con disc jockey está totalmente contado todo, sabes cuánto va a durar esa instrumental y sabes las variantes que no va a haber y la capacidad de acompañamiento. Si yo quiero tener hacia un lado o hacia otro, esa música no me va a acompañar. El vinilo no puede seguirme en la emoción, el instrumento, sí lo hace».

Hoy en día, Lechowski tiene claro cómo afrontar sus creaciones: «Si el arte no es un instrumento primero para mí y luego para los demás, no tiene ningún sentido», inicia la explicación el artista que prosigue su reflexión: «Yo he tenido muchas crisis existenciales en torno al arte en sí que era mi vía de escape, mi forma de ganarme la vida pero que me genera muchos dilemas en mi cabeza en cuanto al instrumento capitalista. Es decir, uno se sube al escenario, hace dinero con eso, pero el arte en sí, el hecho de repetirlo, de volver a subir a un escenario para repetirlo, me parece muchas veces un acto deshonesto. He tenido muchos dramas con eso», razona el artista, que asegura que, después de reflexionarlo, ha encontrado la solución al dilema: «Todas las artes tienen que generar algún tipo de emoción. Es la llave para continuar. Me parecía deshonesto reinterpretar una obra excesivas veces pero cuando uno se sigue emocionando, es un acto honesto. Emocionarte a través de ellos es honesto», dice con contundencia.

«Cuando era pequeño yo soñaba con con que mi obra adquiriera popularidad, que la gente me reconociera... A medida que crezco lo que menos me gusta es lo relacionado con la industria. Lo que más me gusta es emocionarme con el público desde un escenario. He tenido una adolescencia complicada, estuve en un reformatorio encerrado porque tras la muerte de mi padre me sentía muy solo y me junté con gente de la calle, pero salí y no volví a errar. Me prometí que no volvería a hacerlo y los grandes culpables han sido el arte y el cariño del público», concluye.