"Antes o después iba a pasar y podía haber sido un virus mucho más letal. Todos los que amamos la ciencia ficción hemos leído y visto películas e imaginado cosas muchísimo peores», confiesa la alicantina Elia Barceló (1957), referente de lo fantástico, desde cerca de su Elda natal, donde recala unos días llegada de Innsbruck (Austria), donde vive. La escritora ha participado en el Festival Aragón Negro con dos coloquios en Utebo y en Borja. Pandemia al margen, 2020 fue un buen año para ella: ganó el Nacional de Literatura infantil y juvenil y debutó en la novela negra, con La noche de plata (Roca).

En ella aborda los abusos y la explotación de menores tras ver la realidad de casos como el de Natascha Kampusch o los más de 3.000 niños violados en el orfanato austriaco Wilhelminenberg. «Es el peor crimen en la jerarquía de la monstruosidad. No puedo entender que haya adultos que estén en redes de pornografía infantil y paguen por hacer barbaridades a niños. Los niños son nuestro futuro. En el mundo animal proteger a las crías está en los genes», se indigna Barceló, profesora además de escritora con 25 novelas a sus espaldas.

«Y se habla poco de ello. A la gente le gusta leer novelas de asesinos en serie, de los que hay muy pocos. En cambio hay muchas desapariciones, 5.500, la mitad, de menores». No en vano, la protagonista de La noche de plata, Carola Rey Rojo, es una policía de 60 años cumplidos, especializada en secuestros y homicidios infantiles, que se toma un tiempo sabático tras la muerte del marido y un caso que no acaba bien. Acepta tasar una valiosa biblioteca de un marchante fallecido de Viena. Allí, en un mercadillo navideño, desapareció tiempo atrás su hija de ocho años, y allí su amigo y colega Wolf investiga el hallazgo del cadáver de un niño en un jardín.

«Se habla poco del abuso porque nos sentimos culpables por no hacer nada para evitarlos. Sabemos que hay muchachas esclavizadas en los puticlubs de carretera y cerramos los ojos. Es por vergüenza colectiva», opina, instando a estar alerta para detectar casos a nuestro alrededor y visibilizarlos, porque «la mayoría de violaciones y abusos a niños los cometen gente de la familia y cercana a la víctima».

Cree Barceló que «para la familia es muchísimo peor una desaparición». «Perder a un hijo es lo peor, lo más antinatural, pero permite hacer el duelo. En cambio, la esperanza es un bicho muy resistente cuando no sabes si está vivo o no».

Aunque trabaja en otra trama negra «menos oscura y más mediterránea», no descarta volver a Carola, una mujer normal, independiente, fuerte y sesentañera. «En todas partes parece que solo importa cuán delgada estás o cuántos músculos tienen ellos o si uno se acuesta con otro. Y a los 60 parece que solo puedes ser una dulce abuelita. Eso no es así -defiende con rotundidad-. A esta edad, al final de la vida laboral, acabamos de recuperar la libertad, con hijos mayores o sin ellos. Empiezas a pensar qué hacer con los años que te quedan. Si estás sola, viuda o separada, piensas si vale la pena liarte con otro y entregar tu libertad a cambio de compañía, en cómo afrontarás la muerte cuando llegue, si dejarás herencia o la gastarás para vivir bien… Son cosas serias que piensan millones de lectoras».

La novela también recuerda que la cultura no es un antídoto contra el mal. «Solo hay que ver lo cultos que eran muchos nazis. Puedes disfrutar de Mozart y ser un hijo de puta -alerta-. Es como un rico, que puede pensar que no hay nada que no esté a su alcance, que puede hacer lo que quiera sin responsabilizarse de ello, ese es uno de los orígenes del mal. Tener dinero no te hace mejor persona. Sino, mira a Trump, firmando sentencias de muerte antes de irse. Lo ha hecho porque podía, por darse el lujo».